Aurora Lacueva: Clases y bioseguridad

Preocuparse por la bioseguridad en medio de una pandemia está totalmente justificado, y debe ser asunto prioritario al decidir o no el retorno a las aulas. Sin embargo, es sensato ir iniciando una vuelta a la presencialidad en educación, siguiendo la marcha de los acontecimientos. No creemos en pautas nacionales: resulta necesario tomar decisiones escuela por escuela, porque las condiciones entre ellas son diferentes. Hay escuelas rurales o de poblaciones pequeñas que están en zonas de baja incidencia de la covid-19, ellas pueden seguir parámetros más flexibles que las escuelas ubicadas en municipios densos de alta incidencia. No tiene sentido la extrema rigidez en las primeras, cuando sus niñas y niños tanto necesitan asistir al plantel.

Por otra parte, no es recomendable un salto inmediato a la total normalidad. Es preferible, en la mayoría de los casos, optar porque cada estudiante asista a clases dos veces por semana durante tres horas-reloj, que son cuatro horas académicas (de 45 minutos).

Así, los estudiantes se rotan y solo asiste en cada oportunidad la mitad de cada grupo, quedando mayor espacio para el distanciamiento físico. Posiblemente, es mejor evitar el receso y dar las tres horas corridas, con dos breves descansos en la propia aula, dado que en el tiempo de receso es más difícil controlar las medidas de seguridad. La ventilación debe favorecerse al máximo: incluso es factible, rotativamente, dar algunas clases en lugares abiertos de la escuela como pasillos, patios y canchas. Se impone el uso permanente de la mascarilla así como evitar el contacto físico. El programa de alimentación escolar ha de retomarse plenamente, pero es mejor que el estudiantado traiga sus envases y retire la comida para consumirla en su hogar.

Vemos que la vacunación de adultos está avanzando: necesario estos días impulsarla con fuerza entre docentes y demás personal escolar, para llegar al 100% de inmunización de esta población. Se suma que ya existen en el mundo vacunas probadas para los menores de edad, que deberían utilizarse durante octubre y noviembre a fin de ir protegiendo mejor al estudiantado. En esas condiciones, la escuela es más segura que la calle, o el lugar de trabajo de los padres, donde bastantes alumnos están ahora.

@AuroraLacueva

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