Alí Rojas Olaya: La Constitución de Colombia de 1821

El 6 de octubre de 1821, el presidente de la República de Colombia, el Libertador Simón Bolívar firma en el Palacio de Gobierno en Cúcuta nuestra Carta Magna.

Hoy, a 200 años de aquel acontecimiento, las oligarquías de los territorios desmembrados de la Colombia que creara Bolívar en Angostura el 17 de diciembre de 1819, deberían tener el pundonor de no festejar tal acontecimiento. ¿Por qué?

Porque ellas violan el primer artículo de la Constitución: “La nación colombiana es para siempre e irrevocablemente libre e independiente de la monarquía española y de cualquier otra potencia o dominación extranjera; y no es, ni será nunca patrimonio de ninguna familia ni persona”.

Panamá es una colonia yanqui. El presidente empresario de Ecuador está inmerso en el escándalo de los Pandora Papers. Las familias oligarcas de la actual Colombia son súbditas de Estados Unidos y ejercen la cleptocracia, es decir, su poder está basado en el robo de capital, de tierras, institucionalizando la corrupción y sus derivados como el nepotismo, el clientelismo político y el peculado.

El último artículo, el 191, también es violado porque el edificio de la felicidad no puede ser un Narcoestado: “Cuando ya libre toda o la mayor parte de aquel territorio de la República que hoy está bajo el poder español, pueda concurrir con sus representantes a perfeccionar el edificio de su felicidad, y después que una práctica de diez o más años haya descubierto todos los inconvenientes o ventajas de la presente Constitución, se convocará por el Congreso una gran Convención de Colombia autorizada para examinarla o reformarla en su totalidad”.

Otra razón por la que no deben celebrar es porque odian a Bolívar, tanto como Santander. Si tienen duda lean el libro El terror bolivariano en el que su autor, Pablo Victoria Wilches, muestra “una historia de la crueldad humana y de lo que yo he querido llamar el genocidio bolivariano, la carnicería fuera de combate que Simón Bolívar desencadenó contra miles de indefensos o inocentes españoles. Nunca pude imaginar que detrás de ese idealista y hombre grande pudiera esconderse, simultáneamente, un alma tan ruin y sanguinaria”.

Pero hoy, los pueblos bolivarianos siguen en las calles gritando: ¡Alerta, alerta, alerta que camina la espada de Bolívar por América Latina…!

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