Este 16 de abril se cumplen cincuenta y nueve años de la Carta desde la Cárcel de Birmingham de Martin Luther King en 1963.
El documento fue escrito mientras pagaba una condena. Había participado en una manifestación como parte de las protestas sentadas o sit in contra la segregación en restaurantes y cafeterías en esa ciudad de Alabama, siendo gobernador del estado el populista segregacionista George Wallace. King hace una apelación a sus “queridos compañeros clérigos”, pastores, sacerdotes o rabinos para conectar creencias y obras, a través de la relación entre las ideas acerca de la persona y la vida real de las personas. Una carta que escribe no como integracionista o como líder por los derechos humanos sino como un “compañero clérigo y hermano cristiano”.
Explica que rara vez se detiene a contestar los cuestionamientos que se le hacen. “Si me pusiera a responder todas las críticas” no haría otra cosa, pero por creer que se trata de gente sincera de buena voluntad, intenta hacerlo “en términos pacientes y razonables”.
Como los profetas del siglo VIII dejaron sus pequeños pueblos y el apóstol Pablo dejó a Tarso y llevó el mensaje de Jesucristo a cada rincón del mundo grecolatino, “estoy también obligado a llevar nuestro evangelio de libertad más allá de mi pueblo natal particular. Como Pablo, debo constantemente responder a los pedidos de ayuda de los macedonios” y aquí recuerda la Sagrada Escritura en los Hechos de los Apóstoles 16.9. Su razonamiento es sólido en la coherencia doctrinaria: “La injusticia en cualquier parte es una amenaza a la justicia en todas partes”.
Escribe King, pastor evangélico que predica en el templo Ebenezer de su natal Atlanta, conceptos en los que el lector advertirá sin dificultad la coincidencia con este párrafo escrito por un filósofo católico francés, Jacques Maritain en 1934, cuando los desafíos a la democracia desde los totalitarismos nacional socialista, fascista y comunista eran más y más amenazantes: “El cristiano no puede hallarse ausente de ningún dominio de la conducta humana, en todas partes se lo necesita. Tiene que trabajar a la vez –en cuanto cristiano- en el plano de la acción religiosa, (indirectamente política) y -en cuanto miembro de la comunidad espiritual-en el plano de la acción propia y directamente temporal y política”.
Cualquier injusticia amenaza la justicia toda. En este paréntesis cuaresmal, renovador de la esperanza para la humanidad entera, vale recordarlo.