Grisel Romero Hiller: Una nueva cultura de la innovación

Grisel Romero Hiller

Las experiencias venezolanas en torno a nuevas formas de organización, diversos artefactos para el procesamiento de alimentos, para distribución y modos variados de gestión comunitaria posibilitan la identificación de dinámicas que, hasta el momento, no han sido suficientemente documentadas ni registradas para que se visibilicen con nuevas formas de medición de prácticas de innovación.

Luego de contabilizar un poco más de cuatro mil innovadores e innovadoras en el país, cuyas prácticas innovativas se concentran en proyectos y productos con potencialidad de escalamiento e industrialización, podemos insistir en la necesidad de una nueva comprensión de la innovación desde su característica primordialmente social.

Existen prácticas y dinámicas que generan soluciones masivas (nacionales) o localizadas en el territorio, que son apropiadas y socializadas para su uso pero que no implican ni patentamientos, ni escalamientos o industrialización para su posterior comercialización, ya que son nuevos procesos o modos de gestión cuyo retorno es fundamentalmente social.

Es por esa razón que se ha venido avanzando en una línea de investigación sobre la Innovación Social como aquella que involucra redes, alianzas, organizaciones comunitarias y métodos diversos que pueden expresarse en el territorio a través de variables de visión crítica, como conocimiento para innovar, aprendizaje mutuo, socialización de saberes, vinculación social, construcción popular y que, adicionalmente, tiene un carácter comunal, con una visión descolonial y soberana.

Es una innovación cuyas variables apuntan al registro de información en torno a lo novedoso de la idea, el saldo organizativo que genera, las soluciones que resuelven problemáticas de la sociedad con acompañamiento técnico, financiero o institucional y que responde a temas identificados como estratégicos en el país. Es una innovación que no persigue un retorno económico, sino que, por el contrario, tiene un retorno social evidente.

La ruta metodológica para el levantamiento constante de estos datos, el registro de los mismos y su fuente disponible para el análisis, es uno de los retos más importantes que se tienen por delante. Comprendernos como innovadores/as y asumirnos parte de un proceso y hecho social permitirá, además, considerar la importancia de contar con nuevas mediciones que den cuenta de nuestras dinámicas propias, distintas de aquellas cuyos índices expresan los avances industriales que cada país haya desarrollado en un entorno de mercados y donde se cuenta con capacidades para el desarrollo tecnológico a lo interno de la infraestructura empresarial.

El impulso por una cultura de la innovación asociada a valores y compromisos de organización, solidaridad y liderazgo, posibilitan procesos de transformación que trascienden los modelos economicistas o solo tecnológicos, para generar las rupturas necesarias en torno a este tema. Así, la definición pasa por entender si en verdad lo disruptivo es la innovación o el pensamiento y el constructo que hacemos sobre la misma y que la ubica como innovación alejada de las propias realidades sociales, nacionales y locales, una innovación vinculada a los mercados, que excluye la mirada de procesos, gestión y organización, excluye la definición de la innovación social.

La autora es presidenta del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Oncti)

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