Jueves 10 de marzo 2022
En la política no hay enemigos, solo adversarios, aquellos se dejan para la guerra eso si, mientras estén enfrentados.
Gonzalo Oliveros Navarro / @barraplural
Esa premisa obvia, ha sido desconocida en estos tiempos venezolanos por una parte de la dirigencia -especialmente la opositora- que se escandaliza por la posibilidad de acuerdos entre adversarios que creyeron enemigos.
Los Estados, todos ellos, tienen intereses y estos son -sobre todo- los propios. Yerra gravemente quien concluye que, porque un Estado apoya una causa en un tercer país lo hace en función de los intereses de este y no por el efecto negativo que ello pudiere tener en el territorio o el área de influencia de aquél.
Ese liderazgo que menciono, dejó en manos de terceros la solución de nuestro conflicto interno, tercero que por cierto, en la pasada administración de esa nación, hizo creer que haría todo lo que estuviere a su alcance para lograr la solución de nuestra situación cuando es lo cierto que -vista su actuación contradictoria- solo pensaba en los votos que su ofrecimiento podía aportarle en un estado de su Unión, donde por cierto actúan dos senadores beneficiarios de esa prédica.
Es así entonces como hemos llegado a la reunión de fin de semana en Caracas entre una muy representativa delegación americana y la gestión que ocupa Miraflores, la cual originó la declaración del señor Maduro del lunes, en la que algunas pautas hacia el futuro dejó -muy distintas a su actuar precedente- procediendo a liberar a dos de los presos que especialmente interesan a los visitantes sabatinos quienes por cierto, si alguna característica tienen y de la cual debería aprenderse, es que nunca dejan atrás a uno de los suyos. La sola reunión entonces implica un viraje en función de los intereses de ese país que, de manera importante impactará nuestro devenir.
Si compartimos la conclusión que expongo, lo que ha ocurrido a partir de este pasado fin de semana en Venezuela deja muchas lecciones que todos deberíamos interiorizar a los efectos de no sorprendernos con nuevas decisiones que sobre nuestro problema, esos interlocutores adopten.