El régimen siempre trata de confundir a la gente. Esa conducta es una de las vías para alcanzar su principal objetivo: mantenerse en el poder. Y, así lo aplica a la reunión de México al decir medias verdades, ridiculizar y vetar a algún miembro de la contraparte, cual guapetón de barrio. Ese es el actuar heredado de Hugo Chávez, con una diferencia: él mantenía un liderazgo y cierta popularidad, circunstancias que desaparecieron en la conducción de Nicolás Maduro, donde la gente busca, desesperadamente, un cambio o algún liderazgo alternativo que lleve este barco a la deriva, llamado Venezuela, a algún puerto seguro lleno progreso y prosperidad.
En un país que ya nadie visita a nadie, ni siquiera a sus familiares, vemos como algunas particularidades siguen recorriendo el país contra viento, marea y pandemia, tratando de sembrar una semilla, esperando que algún día retoñe y, así, poder tener un capital humano que ayude al tan ansioso cambio. Es un trabajo que nunca se acaba. Sin embargo, los que militan, o algún día militamos, en un partido político, sabemos que ese es el éxito, o debería serlo, en la política: sembrar para después recoger. No como algunos que solo esperan la cosecha para poder recogerla sin ningún esfuerzo.
Después del 21 de noviembre emergerá un nuevo liderazgo, sin importar el resultado de las próximas elecciones. Se desplomarán los viejos liderazgos que emergieron como la espuma y así desaparecerán. Estos nunca obtuvieron resultados positivos ni mucho menos cumplieron alguna de sus promesas. Pero aquí nadie puede esperar sentado. La gente no llega sola a la acción política y a los partidos, que es el canal necesario para lograr algún cambio, hay que buscarla e interpretarla. Aunque en muchos casos lo que vemos es que, por sus propios medios, esta gente sí se va sola del país.
Dentro de este nuevo liderazgo emergerán también nuevas organizaciones que estén en pro del desarrollo y el crecimiento del país, adecuadas a las nuevas realidades, y siempre al lado, conectadas, con el ciudadano. Debemos tener muy claro que, primero, debe existir un cambio en la conducción y en el manejo de la política, porque 20 años fueron suficientes para demostrar que el populismo ligado con la autocracia solo beneficia al que ostenta el poder.
Para lograr la manifestación del cambio es necesario aceptar que se basa en la unidad honesta y el aporte de todos los sectores que hacen vida en Venezuela: los sectores políticos, empresariales, religiosos, agropecuarios, universitarios, los sindicatos, los gremios, entre otros. La unidad sin mezquindad y celos de los espacios porque todos somos necesarios, para la reconstrucción de la institucionalidad que se perdió a principios del siglo XXI. Recordar la potencialidad de la idea de resistir, insistir para persistir en el tiempo y el espacio que nos corresponde a todos y cada uno de los venezolanos como miembros activos de un país que siempre estará en desarrollo para la inclusión de todos con justicia.