Partimos de un principio que no es unánime pero seguramente mayoritario: las elecciones del 21 de noviembre fueron un fracaso, feas, sucias. Hasta para el gobierno ganador indudable de los premios a repartir; en este caso, porque este acaparador simplemente tuvo menos votos que nunca, cae. Su triunfo se debe más al desbarajuste de los otros, por él sembrado en buena medida, más que a méritos suyos que, por supuesto, no tiene.
Con respecto a la MUD tuvo una cosecha magra y todos sabemos que es un saco de gatos enervados donde solo el electo gobernador del Zulia, curiosamente, parece haber remozado sorprendentemente un liderazgo sin mucho perfil.
En cuanto al resto, el no chavismo y la no MUD, engordó con una contundente abstención, pero creo que de los que votaron nadie sabe muy bien, en algunos casos ni ellos mismos, cuál es su lugar frente al gobierno -salvo alacranes o financiados sin rubor-. Y por supuesto los intransigentes de siempre, los antipolíticos de muy diverso pelaje, los abstencionistas mayoritarios, que vaya usted a saber cómo clasificarlos, entre indolentes, desencantados y guerreros onanista. Esto último parece cosa, más para algún encuestador serio, no abundan, que de algún analista atrevido.
Pero es obvio que el voto redentor y apaciguador que iba a sustituir al todo o nada del interinato no le fue muy bien que se diga y esos votos no PSUV, distan de ser en buena cantidad antigobierno, lo dicen los numeritos, y lo confirmamos por obra de las explícitas palabras de Jorge Rodríguez y su propuesta de la nueva fotografía opositora y sus incidencias en México.
Además, no es insignificante la tolerancia del sector más deseoso de la nueva estrategia pragmática, lenta y amigable frente a los atropellos de siempre de la dictadura. Desde haber suspendido el diálogo noruego con el desafuero insolente de integrar a un preso común a su delegación, hasta la sumatoria de actos irregulares y delincuenciales señalados por la Comisión de la Unión Europea y los insultos del alto gobierno a esos sus solicitados y solícitos invitados. Y como quiera que la manipulación electoral entre nosotros no termina con el acto electoral, llegamos a ese atroz caso Barinas, fraude alevoso y descarado. Flagrante tradición que si no recuerdo mal comenzó con el calvario de Antonio Ledezma cuando ganó la Alcaldía de la ciudad capital, nada menos, y tuvo su clímax con el asalto vandálico a la Asamblea Nacional en 2015. Pero no parece que eso sea demasiado, si apenas estamos comenzadito una relación larga y difícil, con ingredientes sadomasoquistas ineludibles después de décadas de violencia y transgresiones. Ya iremos mejorando, a lo mejor el 2024 nos irá más amigablemente y le devolverán al Zulia sus aeropuertos, puentes y peajes que acaban de quitarle hoy miércoles que esto escribo.
Es de suponer, además, que, en clima todavía tan incipiente de concordia nacional, no habrá muchos ansiosos de paz a cualquier precio empeñados en utilizar el derecho que nos otorga la Constitución de poder convocar un revocatorio presidencial el año próximo. Lo cual sí sería darle la palabra y un voto decisorio al siempre mentado y amado pueblo. No obstante, y para no terminar en la oscuridad, yo pondré mi grano de arena para que este derecho se ponga al menos sobre el tapete.