Linda D’Ambrosio: Del doctor Antonio Clemente

¿Qué es lo que nos mueve a efectuar el recuento de las virtudes de alguien cuando abandona este plano?

No he podido evitar hacerme esta pregunta al repasar los numerosos recuerdos emergidos en torno a la figura del doctor Antonio Ramón Clemente Heimerdinger a raíz de su deceso.

Quizá sea la necesidad de examinar las experiencias compartidas con la persona ahora ausente, para estimar en retrospectiva el impacto de su presencia en nuestras vidas. Y si esto sucede en la esfera más íntima, ¿qué decir cuando el quehacer de alguien impacta en el bienestar de un país entero?

Tal es el caso del doctor Clemente quien, como evocan varios de sus allegados, pensó y repensó el sistema sanitario venezolano con miras a adecuarlo a las necesidades de nuestra población.

“Su participación fue clave para la elaboración de la ponencia central de la Federación Médica Venezolana en 2009”, acotaría el doctor José Félix Oletta. “Es una persona admirable, respetuosa, siempre alerta, vivaz, y que a su edad continúa escribiendo y pensando cómo mejorar el sistema de Salud Pública en nuestro país”, afirmaría la doctora Lilia Cruz.

En efecto: la trayectoria del doctor Antonio Clemente corre estrechamente vinculada a posiciones determinantes para la eficiencia de la organización sanitaria de nuestro país, particularmente a través del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales, del que fuera vice-presidente entre 1979 y 1981 y del que fue el primer Director de Docencia e Investigación.

Así mismo, fue coordinador de la Comisión de Salud Pública y Social de la Academia Nacional de Medicina, de la que pasaría a formar parte en 1995 como Individuo de Número XXXVI y de la que fuera Presidente y Vicepresidente durante varios años.

Esta institución le rendiría homenaje, a propuesta del Dr. Manuel Velasco, en su sesión virtual del jueves 12 de agosto de 2021, al considerarlo “un entrañable maestro y respetado ciudadano”. Así lo expresaría el doctor Saúl Peña, quien actuaría como orador en esa oportunidad.

Pero, a pesar de la importante influencia que el doctor Clemente ejercería en la esfera de la salud pública y de su brillantísima trayectoria como cirujano, docente universitario e investigador, seguramente sus más notables contribuciones provendrían de la influencia ejercida en otras personas con las que interactuaba desde su posición de ciudadano, docente y padre de familia, aportando su ejemplo, su talante disciplinado -clave sin duda en el éxito de su desempeño- y su calidad humana.

El doctor Nicomedes Febres Luces ensalza su valentía para mantenerse firme y dejar oír su voz cuando era necesario: “Era duro, disciplinado, tenaz y combativo, por lo que muchos adversarios lo veían con poca simpatía pese a ser un hombre cordial y grato (…) Siempre fue un hombre que estaba donde se tomaban decisiones políticas y se embraguetaba más en los momentos más duros, cuando los simpáticos se hacían a un lado porque la lucha se hacía muy áspera”.

Mercedes Arocha Clemente, su nieta, resume en una frase certera el compromiso profesional y la bonhomía de este médico probo: “Lalito nos enseñó la importancia del amor al prójimo y por lo que hacemos. Cada vez que lo escucho hablar de algún nuevo descubrimiento médico, cuando nos comparte alguna nueva investigación que hizo sobre salud pública o educación, puedo ver con claridad lo que implica ser un servidor de salud por vocación y por amor. Nunca he visto a nadie más feliz de ser testigo de la evolución de la medicina que mi abuelo”.

Va mi reconocimiento a la labor de este venezolano y mi afecto hacia sus familiares, en particular hacia su hija Carmela.

linda.dambrosiom@gmail.com

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