25 de noviembre de 2024 5:40 AM

Continúa la búsqueda de víctimas tras el mortal incendio en Johannesburgo

Perros policía buscan víctimas este viernes entre los escombros de un edificio de Johannesburgo donde la víspera murieron 74 personas en un trágico incendio que puso de relieve la crisis de las viviendas precarias en el ruinoso centro de la capital económica de Sudáfrica.

Las autoridades pidieron a las familias de los fallecidos que acudieran a la morgue de Soweto para identificar los cadáveres, mientras prosiguen las operaciones de búsqueda en el lugar.

Al menos 74 personas, entre ellas 12 niños, murieron víctimas del fuego y el humo el miércoles a la noche. Muchos no pudieron escapar, bloqueados tras las rejas cerradas para impedir el acceso de malhechores, en este barrio de mala fama.

Se inició una investigación, pero la tragedia relanza el debate sobre estos edificios abandonados que caen en manos de arrendadores sin escrúpulos y bandas mafiosas, que lo alquilan sobre todo a migrantes o sudafricanos muy pobres.

El centro de la antigua «ciudad del oro», opulento barrio de negocios en tiempos del apartheid, cuenta con mil edificios de este tipo, según las autoridades, desconectados de la red eléctrica y donde la gente se calienta, cocina y se ilumina con gas o parafina.

En una visita al lugar de la tragedia el jueves por la noche, el presidente Cyril Ramaphosa prometió «abordar la cuestión de la vivienda» en los centros de las ciudades.

El edificio pertenecía a la municipalidad e incluso estaba clasificado como patrimonio.

Bajo el apartheid, los sudafricanos negros iban allí para obtener sus «pases», famosos papeles que les permitían acceder a las zonas blancas para trabajar.

Utilizado por última vez como refugio para mujeres maltratadas, fue «invadido y secuestrado» en los últimos años, según las autoridades locales.

Drama «previsible» 

Desgraciadamente, este drama era «previsible», afirma Mervyn Cirota, concejal de la oposición.

«Muchos de estos edificios están controlados por bandas que alquilan el espacio causando superpoblación. No hay baños, ni agua, ni electricidad», advierte.

Los sudafricanos califican estos edificios de «secuestrados». La policía se niega a entrar en ellos sin motivo imperioso.

Son zonas sin derecho, donde viven desocupados, familias, delincuentes o migrantes clandestinos.

Al final del apartheid, hace tres décadas, la población blanca y adinerada abandonó el centro para refugiarse detrás de muros altos y vallas eléctricas en casas suburbanas arboladas y pacíficas.

Los negros, que desembarcaron en masa provenientes del campo en busca de trabajo, comenzaron a ocupar los edificios vacantes.

Incluso hoy, la ciudad más rica del país atrae a aquellos en búsqueda de una vida mejor.

Este éxodo económico aumenta la presión sobre una vivienda en crisis. El país de casi 60 millones de habitantes carece de 3,7 millones de alojamientos, según el Centro de Financiación de la Vivienda Asequible en África (CAHF).

En estos edificios, «se trata de crimen organizado. Estas personas conocen las leyes y tienen una red. Algunos obtienen documentos de propiedad en buena y debida forma», subraya Lucky Sindane, portavoz de la brigada contra el crimen.

Las autoridades realizan operaciones esporádicas para recuperar la posesión de «estos paraísos del crimen», explica, describiendo las armas y la cantidad de drogas que se descubren en el lugar.

Brigadas municipales, policía y a veces agentes de seguridad privada llamados «Hormigas Rojas» –sociedades especializadas en la expulsión de «invasores clandestinos»– desembarcan numerosos, armados hasta los dientes, y son conocidos por su violencia.

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