22 de noviembre de 2024 5:19 AM

Beatriz De Majo: Lo que no pudieron destruir

Ha resultado imposible abstenerse de leer y de escuchar la miríada de opiniones que ha conseguido suscitar la iniciativa oficial de lograr el récord Guinness de la orquesta más grande del mundo al reunir a cerca de 12.000 jóvenes músicos en la interpretación de una obra de alguna relevancia, lo que además se transmitió al mundo en directo a través de un YouTube bien armado.

Me he resuelto a escribir sobre el tema a riesgo de adversar a muchos y aun cuando soy consciente de que todo o casi todo está dicho ya, de lado y lado, con algo de razonamiento y muchísimo de pasión. Los argumentos a favor y en contra tienen todos buen asidero, así como también tiene sentido que existan personas no dedicadas a filosofar sobre el tema de la justeza o no de esta iniciativa. Es así como desde Venezuela o desde fuera de las fronteras, muchos nacionales simplemente se animaron a ver el mayúsculo concierto como un espectáculo original, insólito y probablemente irrepetible, pero que servía, a fin de cuentas, como un motivo para alegrarse y sentirse orgullosos del patronímico venezolano, cuando todo lo demás en el país lo que inspira es tristeza, pena y desilusión.

Este tema ha servido, con razón, para despotricar en contra del régimen, porque claro que no es posible tapar el sol con un dedo. Ante el mundo entero, que conoce las tropelías, los abusos, los crímenes y la corrupción de sus agentes y que es consciente de lo que han articulado sus líderes para convertir una nación en un bagazo, mientras ellos se enriquecen groseramente a través del saqueo de su propio país, no existe esfuerzo musical ni de otro género que logre tapar fechorías, que, además, están hoy más vigentes que nunca. No hay Récord Guinness que valga ante la inmoralidad que es flagrante en Venezuela.

Mas bien se preguntan muchos de dónde surge la colosal desfachatez que representa intentar lavarse la cara mostrándose ante el mundo como los grandes artífices de un hecho único y plausible cuando en la realidad, en su nacimiento y mantenimiento han participado muy, pero muy tangencialmente. La realidad es que el Sistema Nacional de Coros y Orquestas Juveniles e Infantiles no feneció durante estas dos décadas grises de opresión y crimen, gracias a la tenacidad de sus protagonistas: nuestros jóvenes.

También se han quebrado lanzas desde una orilla y se ha enlodado de nuevo –desde la otra– el nombre de quien llevó sobre sus hombros este gigantesco y beneficioso proyecto con comentarios de todo tipo. Algunos han sido muy generosos, otros muy mezquinos y muchos mordaces y destructivos con relación a quien le dedicó la vida a convertir en realidad un sueño frente al cual, siendo uno venezolano, no es posible sino enorgullecerse y aplaudir. Ese, nos guste o no, se llama José Antonio Abreu.

Lo que no puede negarse, ni ahora ni nunca, es que en medio del oscurantismo y la destrucción de los últimos 20 años El Sistema ha brillado para todos los connacionales, en mayor o menor medida, y nos ha aportado elementos de orgullo que en otros terrenos son inexistentes. Qué importante es que hayamos tenido algo positivo que celebrar a pesar de cualquiera que haya sido el nivel de politización de su trayectoria. Qué valioso que esta colosal iniciativa imposible de emular nos haya hecho visibles frente al planeta por estar asociados a algo que en esencia es cálido y brillante como lo es la juventud. Qué venturoso ha sido que el mismo se haya armado en asociación con la música como elemento inspirador, universal y hermoso. Lo dijo hace un tiempo ya Álvaro Uribe: Un niño que empuña un arco de violín, nunca empuñará un arma.

Resulta además imprescindible para nosotros compatriotas poner de relieve que aquellos que fueron capaces de liquidar y volver polvo a Venalum, Alcasa, Sidor, Cantv, Agroisleña, Electricidad de Caracas, Pequiven, Pdvsa y otras no han podido con esta iniciativa que consiguió unirnos en medio de la desesperanza. El Sistema ha conseguido mantenerse a flote y provocar entusiasmo en la peor etapa de destrucción de valor y de valores. Eso es lo que singulariza al chavismo, al madurismo y  a la funesta revolución bolivariana.

En todas las demás consideraciones, unos y otros pueden o deben tener algo de razón. ¿Que es inadecuado vanagloriarse y cacarear méritos cuando las cárceles están llenas de inocentes torturados, cuando hemos alcanzado el más alto nivel de pobreza del continente y cuando vamos a llegar a 7 millones de nacionales en una diáspora injusta?. Claro que sí lo es.

Pero lo que a fin de cuentas es innegable es que este episodio tan controversial debe ser un acicate para comprender que es la juventud en donde hay que afincarse para provocar la recuperación de ese país que tanto deploramos y que, a la vez, tanto amamos.  La mejor prueba es la manera en que estos venezolanos de pocos años que hoy pueblan el orbe se están destacando como fenomenales, asertivos y tesoneros trabajadores.

El Nacional

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