Tulsi Gowda es una anciana de más de ochenta años, nacida en una aldea del sur de la India. Pertenece a un pequeño grupo tribal que figura entre los más pobres de su país: ella misma no tuvo oportunidad de ir a la escuela y no sabe leer. Hoy vive en una humilde vivienda de su población, junto a su hijo, nietos y bisnietos. Es noticia porque hace poco recibió uno de los más altos reconocimientos de parte del Gobierno indio, el premio Padma Shri. El motivo: su labor de toda una vida en la reforestación.
La región donde habita la señora Gowda gozaba de extensos bosques. Pero cuando el país cayó bajo el dominio británico, los ocupantes realizaron allí una tala desmedida, a fin de obtener madera para construir barcos y vías férreas. Antiguas forestas se convirtieron en eriales. Con el logro de la independencia en 1947, la situación no mejoró. Al contrario, la deforestación continuó, con fines de industrialización y urbanismo. Tales fines no pueden criticarse, el problema surge cuando se tratan de alcanzar acabando con los recursos naturales.
Siendo niña, Tulsi Gowda acompañaba a su madre al bosque a buscar leña, y de ella aprendió a fijarse en los árboles, reconociendo los más sanos y fuertes: los mejores para obtener buenas semillas, que debían plantarse a fin de mantener los espacios verdes. Ya adolescente, recuperó un área deforestada y seca cerca de su hogar. De este modo fue desarrollando una particular afinidad con los árboles, una relación cercana y amorosa. Y fue acumulando saberes y destrezas: las diferentes especies, sus ciclos vitales, sus posibles usos, cómo manejar sus semillas y brotes…
Empezó a trabajar en un vivero gubernamental dedicado a la reforestación. Hacia 1983 el interés oficial por la recuperación de los bosques creció y así también el trabajo de Gowda. Todavía hoy asesora, compartiendo su gran conocimiento de la flora local. Ella se preocupa por la destrucción de los espacios silvestres, pero señala: “cuando veo estos densos bosques recuperados aquí, siento que es posible que los humanos prosperen sin destruir los árboles”.
Admite que hoy día se siente más frágil y piensa en la muerte. Y añade: “la mejor muerte sería bajo la sombra de un gran árbol de gruesas ramas”.
Twitter: @AuroraLacueva