Alí Rojas Olaya: La hija de la señora de Munar

Hoy 16 de junio de 2022, se cumplen 200 años del encuentro entre Bolívar y Manuela Sáenz. No hablaré sobre este romance del Alba, sino de la hija de la señora de Munar para que conozcamos la ética bolivariana. El escritor peruano Ricardo Palma (1833-1919) publicó en 1893 el libro Tradiciones Peruanas en el que narra un episodio en el que Simón Bolívar, abiertamente feminista, honra la justicia y derrota la impunidad: es junio de 1824. El Ejército Libertador hizo escala en el departamento de Ancachs, preparándose a emprender las operaciones de la campaña del sur que el 6 de agosto de ese año dio por resultado la batalla de Junín, y cuatro meses más tarde, 9 de diciembre, el espléndido triunfo de Ayacucho. Bolívar reside en Caraz con su Estado Mayor. La división Lara, formada por los batallones Vargas, Rifles y Vencedores, ocupaba cuarteles en la ciudad de Huaraz.

“Teniendo la división Lara una banda de música, los oficiales, que eran gente amiga de jolgorio, se dirigían con ella después de la misa a la casa que en antojo les venía, e improvisaban un baile para el que la dueña de la casa comprometiera a sus amigas de la vecindad. Una señora, a quien llamaremos la señora de Munar, viuda de un acaudalado español, habitaba en una de las casas próximas a la plaza en compañía de dos hijas y dos sobrinas”. A altas horas de la noche, uno de los oficiales intentó forzar sexualmente a una de las damas cuando ya se había retirado a su habitación. La madre se percató del hecho, desenvainó la espada del oficial y se la clavó por un costado ocasionándole la muerte. Hubo un tumulto, los soldados enfurecidos querían agredir a la señora. A los pocos minutos, Bolívar al enterarse del hecho tomó medidas aleccionadoras dejando para la posteridad uno de los documentos más importantes de la historia insurgente:

“Su Excelencia el Libertador ha sabido con indignación que la gloriosa bandera de Colombia, cuya custodia encomendó al batallón Vargas, ha sido infamada por los mismos que debieron ser más celosos de su honra y esplendor, y en consecuencia, para ejemplar castigo del delito, dispone:

1º El batallón Vargas ocupará el último número de la línea, y su bandera permanecerá depositada en poder del general en jefe hasta que por una victoria sobre el enemigo borre dicho cuerpo la infamia que sobre él ha caído.

2º El cadáver del delincuente será sepultado sin los honores de ordenanza, y la hoja de la espada que Colombia le diera para defensa de la libertad y la moral, se romperá por el furriel en presencia de la compañía”. Después de esto, Manuela abrazó a Bolívar, y siguieron construyendo la esperanza de Nuestra América.

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