Hace ya mucho tiempo, cuando todavía internet era apenas el fantasioso sueño de unos cuatro o cinco inventores delirantes, me topé con el asombro de una familia de amigos oriundos de Maracaibo al enterarse que yo comía el cereal del desayuno con leche fría. Casi con asco, se burlaban de mí por lo que consideraban un exabrupto gastronómico ya que según ellos la forma correcta de hacerlo era con leche caliente.
Nos enterábamos en ese instante, tanto ellos como yo, de una costumbre que venía de más allá de nuestro habitual espacio social y la insólita variación en lo que hasta ese momento conocíamos cada uno de nosotros era toda una revelación.
De alguna forma experimentamos en el mismo momento el fenómeno del intercambio cultural surgido del proceso comunicacional originario, el que se da directamente entre la gente sin la intervención del medio de comunicación que, como se sabe, no promueve la diversidad cultural sino que impone una sola cultura que responde a sus particulares intereses corporativos.
Con las caraotas (y el hábito de comerlas con o sin azúcar, de acuerdo al hábito de cada quien) ha sucedido en nuestro país exactamente el mismo fenómeno, solo que en forma masiva gracias al inmenso poder de las redes sociales, que permiten hoy en día la difusión de ideas simultánea e instantáneamente entre miles de personas sin intervención de medio de comunicación alguno.
En el mismo tono de burla por lo que cada uno considera una atrocidad del otro, ambos grupos se mofan de aquello que hasta hoy desconocían, suponiendo que por esa razón, su propio desconocimiento, tal costumbre es completamente ilegítima y hasta insensata.
Es la negación misma de la otredad; el individualismo impreso desde siempre en el código genético del ser humano, pero que el capitalismo y su proceso de enajenación cultural va inoculando progresiva y subrepticiamente en la sociedad.
A medida que avanzan las tecnologías de la comunicación, y surgen nuevas formas de intercambiar informaciones de manera directa entre la gente, afloran también esas taras sociales que a través del tiempo ha buscado imponer el capitalismo como cultura.
Pareciera muy simple, porque se trata de caraotas. Pero en verdad es un asunto sobre el cual hay que reflexionar mucho hoy en día.