25 de noviembre de 2024 10:26 AM

Las Tejerías

ALÍ ROJAS OLAYA

La mayor bonanza que ha vivido el pueblo de Venezuela en su historia; traducida en la mayor suma de felicidad posible, de seguridad social y de estabilidad política (como señaló Bolívar en 1819 en Angostura); ocurrió entre 2004 y 2013. Después del intento de golpe contra el presidente Chávez y del paro petrolero en 2002 y 2003, planificados desde Washington, el pueblo supo lo que significa tener en Miraflores un gobierno bolivariano. Fue en este período cuando el pueblo supo lo que es tener identidad, aprender a leer y a escribir, comer pollo, carne y pescado, celebrar en restaurantes, viajar, comprarse ropa, estudiar en una universidad, tener una computadora, tener una pensión de vejez, comprar nevera, lavadora, cocina, aire acondicionado, televisor y carro, ir a un CDI donde es tratado como paciente y no como cliente. En este periodo feraz muchos niños conocieron cada 25 de diciembre al niño Jesús.

Chávez, siguiendo los consejos de Alberto Adriani, sembró el petróleo y con la cosecha saldó una deuda social, la de la teoría de las necesidades de Simón Rodríguez: proporcionarle “comida al hambriento, vestido al desnudo, posada al peregrino, remedios al enfermo y distraer de sus penas al triste”. En éstas se basó Chávez para crear las misiones y en éstas se basó EEUU para atacarlas, como dijo Elliot Abrams: “¿Pueden imaginarse lo que representa construir tres millones de viviendas sin la participación de la empresa privada? ¿Cuál sería el destino de nuestro modelo si no intervenimos allí en los proyectos de salud o educación, en la formación de sus militares y en la adquisición de los elementos para su defensa? Atacar al chavismo es para nosotros una guerra de sobrevivencia”.

Ante todos los problemas originados por el cambio climático, Chávez y Maduro construyen hasta hoy más de 4 millones de espacios habitacionales gracias a la Gran Misión Vivienda Venezuela donde viven más de 16 millones de personas, es decir, más de la mitad de la población. La misma que estaba destinada a morir de mengua, tapiada de barro, porque sus ranchos eran construidos en zonas vulnerables, como ocurrió con Carmen de Uria y Los Corales en La Guaira en 1999 y como ocurrió el sábado 8 de octubre de 2022 en Las Tejerías. En el casco central de la población no hubo tragedia, mas sí en la parte baja. En 1951, un parroquiano construyó una casa en esa hoyada y una vaguada arrasó con su vivienda, su cadáver apareció flotando en Ocumare de la Costa. Entendamos que la naturaleza no se domina, sino que se aprende a vivir en armonía con ella y los demás seres vivos. Por ahora, solidaricémonos con las víctimas de esta lamentable tragedia donando ropa, comida, agua y medicinas.

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