Si bien el pasado no se puede desmontar de su verdad, siempre se corre el riesgo de que sea interpretado erróneamente, como buscando el propósito de que algo perdure, sin importar el momento y las circunstancias en que se originó ese pasado. De ello hay ejemplos nefastos, como cuando John Bolton, en ese entonces asesor de Seguridad Nacional de EEUU, dijo sin reparo alguno: “hoy en día proclamamos con orgullo para que todos lo oigan: la Doctrina Monroe está viva y bien”.
Lo dicho por Bolton en una etapa de la agresión del Gobierno de EEUU contra Venezuela, que aún persiste, es la expresión más intimidatoria contra América Latina y el Caribe en los últimos tiempos y a casi doscientos años de aquel mensaje del presidente James Monroe a su Congreso en 1823, cuando les advierte a las potencias europeas, sobre todo a la Santa Alianza, que cualquier intento de intervenir en las colonias americanas libres del imperio español, sería considerado un acto inamistoso hacia Estados Unidos.
Así nació la doctrina más insultante a la soberanía e independencia de los países de este continente que luego, pasado un tiempo, se completó en neocolonialismo salvaje al nacer el “destino manifiesto” o acción expansionista del imperialismo yankee en vastas regiones de América, y más allá, por las buenas o por las malas, lo que comenzó con la destrucción de sus propios pueblos indígenas.
Esa doctrina ofende la dignidad de los pueblos de América y el legado histórico de sus libertadores; insulta con el chantaje o la presión amenazante que ejerce el Gobierno de EEUU sobre gobiernos sumisos, como el de Colombia, para obligarlos a actuar de una manera que favorezca los intereses geopolíticos del imperio.
Es una doctrina que ofende la soberanía e independencia de cualquier país de la región cuando les impide contratar con empresas o celebrar tratados con otros Estados sancionados por la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro.
En fin, es la doctrina que busca vincular a EEUU con los países del resto de América, sintiéndose dueño de ellos. Pero, aun así, Venezuela continúa insumisa, no se dejará dominar por nadie.
