Como ustedes saben, la acción de SVB Financial Group (ticker: SIVB) cotizó en bolsa norteamericana hasta el 9 de marzo pasado. Su desplome ocurrió ese mismo día cuando la acción cayó de 267,90 dólares a 106,04 dólares, una brutal pérdida de riqueza de 60,42%. El desencadenante del desplome fue la carta que su CEO, Gregory «Greg» Becker, le dirige a los accionistas del grupo, publicada el día anterior, el 8 de marzo de 2023. Sin embargo, ya para octubre 2022, es decir, seis meses antes, con la publicación de su información financiera en la base de datos EDGAR (Electronic Data Gathering, Analysis, and Retrieval system de la SEC norteamericana) era posible conocer, al pelo, su situación financiera. ¿Por qué demoró tanto en percibirla el mercado?
Numerosas han sido las investigaciones realizadas bajo las ópticas contable y financiera en relación a si las bolsas de valores son “eficientes”. Una bolsa de valores eficiente es aquella en la cual los precios del mercado “reflejan completamente” toda la información disponible en un momento dado.
La investigación en contabilidad y finanzas iniciada a partir del año 1966 con los trabajos de William H. Beaver (1966), James O. Horrigan (1966) y Edward I. Altman (1968) y continuada hasta el presente, ha reforzado la idea de que las razones financieras y otros datos tales como las utilidades reportadas, proporcionan información de entrada para pronósticos de fenómenos económicos como el colapso financiero (quiebra) o el crecimiento de las utilidades, en el otro extremo. Para tales pronósticos o estimaciones, se utilizan de manera simultánea, grupos de razones financieras.
Ahora bien, la información contable es solamente una de diferentes fuentes disponibles de información. Fuentes alternas se relacionan con firmas específicas -por ejemplo, anuncios de pago de dividendos y/o anuncios de inversiones de capital. Otras fuentes se relacionan con industrias específicas -por ejemplo, información de las asociaciones del sector y/o por análisis realizados por casas y corredores de bolsa. Una tercera fuente sería la relativa a factores económicos -por ejemplo, información proveniente de publicaciones de los Bancos Centrales, de Bancos de Desarrollo, de Instituciones como el Fondo Monetario Internacional o la Cepal. Una cuarta fuente seria la relacionada con publicaciones especializadas como, a modo de ejemplo, The Economist. También y modernamente, se interpreta el sentimiento (Sentiment Analysis) de quienes escriben y comentan en las redes sociales.
Las metodologías para conformar los distintos modelos han evolucionado desde el simple procesamiento estadístico de la data hasta el uso de técnicas sofisticadas como la Inteligencia Artificial, mismas que, al momento de escribir este artículo, ya son más evolucionadas que novedosas. A modo de ejemplo, ya en 1995 (hace 28 años) y en la Universidad Metropolitana, se materializó una tesis de pregrado (subrayo “pregrado”) titulada «Desarrollo de modelos de predicción basados en redes neurales», cuyo autor fue Emilio Fernández Lavandeira. También y dos años después, en 1997, se materializó en el IESA un trabajo titulado «Desarrollo de un modelo de predicción de quiebras bancarias usando redes neurales», cuyo autor fue Elio Valladares.
Dentro del ámbito de instituciones financieras, un enfoque adicional para identificar bancos con problemas susceptibles de colapso, ha sido precisamente la utilización de información proveniente de los mercados de valores y de los mercados financieros en general. Desafortunadamente no todos los bancos tienen inscritas sus acciones en la bolsa.
Ahora bien, al contrario de lo ocurrido en el caso de las empresas no-financieras, los estudios en relación a la habilidad del mercado de valores para anticipar colapsos bancarios no han resultado siempre consistentes y cuando lo han sido, ya el colapso de la institución es inminente. La explicación de la inconsistencia bien puede residir en el sentimiento de los depositantes.
Adicionalmente y tal como ocurrió en nuestro país a principios de 1994, en ausencia de información pública disponible o bien en presencia simultánea de estados financieros “libremente” elaborados y de “desinformación”, los precios de las acciones de un grupo de bancos no reflejaron correctamente su exposición individual a la crisis. Debe recordarse que, para ese entonces, la banca no contaba con un “Manual de Contabilidad” y el presupuesto de la supervisión era famélico pues no provenía, como ahora, de los propios supervisados sino del ente público.
En abril de 1999, realicé un trabajo de investigación para explorar sobre la capacidad del mercado de valores venezolano para anticipar colapsos bancarios y que dio origen a dos trabajos de grado que luego materialicé en la Universidad Metropolitana: el de Núñez de Cáceres (2000, «Determinación del riesgo de mercado de acciones bancarias en el mercado de capitales venezolano en el período previo a la exteriorización de la crisis del sistema financiero venezolano en 1994») y el de González-Marruffo (2000, «Estudio de retornos anormales en acciones bancarias durante el período previo a la exteriorización de la crisis del sistema financiero venezolano en 1994»).
Mi investigación de 1999 la expuse en el IX Congreso de Investigación y Creación Intelectual de la Universidad Metropolitana, en el año 2014 y en ella utilicé la información de cinco acciones bancarias pertenecientes a los bancos Venezuela, Unión, Provincial, Mercantil y Venezolano de Crédito, de las cuales y por supuesto, disponía de datos de precio de la acción.
En el caso venezolano y en la oportunidad de la crisis bancaria de 1994, el rol protagónico de tal “incorrectness” lo jugó, sin duda, la desinformación proveniente de las fuentes alternas distintas a los estados financieros publicados.
De hecho, el texto que sigue lo transcribo fielmente del libro de mi tutor y amigo, Francisco J. Faraco, titulado La crisis bancaria venezolana: un análisis preliminar (Caracas, Panapo, 1995): “La desinformación reinante en los círculos oficiales, aunada a la total incapacidad del Estado para orientar adecuadamente a la colectividad, dio lugar a una ola de rumores sobre la situación financiera y solvencia de todo el sistema financiero, lo que se tradujo en fuertes retiros de depósitos en otros bancos comerciales que operaban como unidades nodrizas de grandes consorcios financieros, donde se presumía la existencia de graves desequilibrios estructurales, entre otras razones porque mantenían vínculos patrimoniales con instituciones financieras y empresas relacionadas del Grupo Latino y venían presentando serias dificultades para cubrir sus crecientes saldos adversos en la Cámara de Compensación”.
En consecuencia, vuelvo al punto de mi artículo del pasado 24 de marzo de 2023, titulado “Sobre corridas bancarias”: al día de hoy, las posibilidades de acción efectiva continúan centradas -mayormente- en el aspecto preventivo que, en el caso de una institución bancaria abarca en un principio, dos cosas: depositantes bien informados y construcción de imagen y reputación.
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