La palabra “estrados” se vincula con el pulpito y “el ambón”, desde donde se proclama la lectura bíblica. En la Real Academia Española, lugar para administrar justicia.
Asumamos que “la interpretación extensiva” faculta al juez para atribuir a la ley un alcance amplio, criterio a fin de contestar con respecto a cómo han de juzgarse algunos de los vericuetos, que en lo tocante a Venezuela han obstaculizado un sistema político estable. Imaginemos que el magistrado es el pueblo y que a este le cuesta negar que el proceso republicano ha generado “desesperanza, suspicacia, vacilaciones y sarcasmo”.
La apreciación del soberano, que ha de ser ambiciosa, tomaría en cuenta la guerra librada contra España y sus ejércitos, en procura de la independencia (1810/1830). Para algunos la “beligerancia” ha acompañado a la tortuosa edificación como República. Hoy, batallas ante un gobierno que interpreta a su manera el régimen político, circunstancia para dudar, en la alharaca, hasta lo que somos. La numerología histórica indica a una “Primera República (1810-1812)”, la “Segunda (1813-1814)” y una “Tercera (1817-1819)”. Pero en la “jarana” entre federalistas y centristas para deshacer la “Gran Colombia” germina una “Cuarta República” soberana, independiente y con Constitución. José Antonio Páez, jefe del Estado, entre los casi 60 que han tenido ese honor. La República más reciente, entre embustes y sinónimos, “la Bolivariana”.
La profesora Cruz Varela, de la Universidad de los Andes, califica a la lucha independentista venezolana como una de las más largas y crueles de América. Motivo, los anhelos de independencia política y económica de las élites, en contraste con las necesidades del pueblo. Consideración para preguntarse, transcurridos unos cuantos siglos, acerca, inclusive, de “la racionalidad de la propia independencia”. Y si tal vez, por ello, proseguimos “guerreándonos”. Prueba, en 2021 un país destruido y ausencia de una política eficiente ante la desigualdad, camino para el populismo de derecha o izquierda. Y tres guerras, la del gobierno contra el pueblo, la del pueblo contra el gobierno y la del gobierno legítimo y el usurpador.
En lo referente a las “invasiones”, la primera, más que tal, “una pesadilla”, propia de los desesperanzados, pero, también, de las élites. Se trata de la incursión de tropas de Estados Unidos para suplantar la dictadura con una democracia. Terminó en una quimera. La otra en 1902, a raíz de que buques europeos en demanda del pago de deudas morosas, asediaron la salida del país al mar. La presión no fue política, como la “fantasía” antes citada, sino de carácter estrictamente comercial y de naciones desarrolladas conminando a Cipriano Castro a pagar lo adeudado, azotando el subdesarrollo. Hubo que mediar Estados Unidos, lo cual condujo al “Protocolo de Washington (1903)” conforme al cual se garantizó el pago de lo “fiado” con 30% de impuestos de aduanas. Para la época Venezuela tenía una acentuada crisis estructural, acompañada por conflictos entre unos y otros. Sí, como históricamente.
La de hoy, bajo el socialismo del siglo XXI, ideado por Hugo Chávez, para algunos un genio y para otros quien se copió la genialidad del “Fouché Genio Tenebroso Cubano” Fidel Castro, para exprimir las riquezas venezolanas, en conjunción con chinos, rusos, iraníes, turcos y algunos más. Pero, concomitantemente, para el tráfico de estupefacientes, la actividad más productiva del siglo XX y lo que va del XXI y actuar como “narcoestados”, hoy actores políticos. Niveles de corrupción, jamás vistos. A ese gobierno se reputa ilegítimo, por su origen electoral fraudulento. En los hechos, un régimen militar que comanda Maduro, como lo confirma la cúpula castrense. El otro, derivación del desconocimiento del primero por el poder constitucional liderado por la oposición. El arte de la interpretación confirma, pues, que Venezuela no sabe quién gobierna.
El país, como “comerciante quebrado” aparece, además, demandado judicialmente en instancias internacionales, sin poder ejercer plenamente “el derecho a la defensa”, pues ni un gobierno, ni otro, presta atención a los procesos, lo cual también sucede cuando ha sido la propia República la accionante judicial, tanto en tribunales, cortes y jueces arbitrales. Se escucha, sin mucho esfuerzo, que en 100 juicios, aproximadamente, actúan en acusación o defensa firmas de abogados prestigiosas cuyos honorarios no se pagan y cuando se hace nadie revisa las facturas. Los directivos en empresas involucradas en tales procesos corren con el riesgo de que se les impute una presunta negligencia, pues los fallos tribunalicios, de no ser adecuadamente atendidos, serán desfavorables. Es el supuesto de “la indefensión” y desconocimiento del “debido proceso”. No hay que hacer mucho esfuerzo para enterarse de que el procurador del gobierno interino, mora jalándose los pelos, pues no puede instruir a sus representantes judiciales, dado que a nivel político no se le autoriza. El dinero, en parte producto de decomisos de patrimonios ilegales, en la “Office of Foreign Assets Control” (Estados Unidos). El patrimonio de la República y ella misma entre abogados y jueces, esto es, “en estrados”, y sin saber qué se perderá.
En el interesante análisis el profesor José Azel (University of Miami) ¿Qué inteligente es tu país?, acota que Richard Lynn y Tatu Vanhanen, psicólogo y estudioso en ciencias políticas, respectivamente, consideran que el nivel de inteligencia (IQ) de las personas, determinado por razones cognitivas y el entorno, desempeñan un papel en el desarrollo de los países. Consideración para concluir que los puntajes de IQ individuales de 80 a 89 están en la categoría de aburrimiento. El de Cuba, dice Azel, es 85, en Caracas 84. Es como para recordar La huella perenne de Francisco Herrera Luque y Del buen salvaje al buen revolucionario de Carlos Rangel.
¿Estará la República esperanzada en conseguir lo tan noble que se le ha perdido al cantante “In the Middle of the Night” o a Dios como los niños perspicaces cuando van de la ciudad ajetreada al bosque “in the Middle of the Woods”, tal vez bajo la inocencia de que así es “la patria celestial”.
Es duro, pero no puede negarse que el escenario de Venezuela es penumbroso.