«Unos van alegres y otros van llorando», así dice la tradicional canción navideña que entonaban las voces de la Billo’s, una letra que hoy, más que nunca, cobra vigencia.
En estos tiempos de crisis, la cual lleva 23 años, son millones los venezolanos que pasarán diciembre entre lágrimas y lamentos.
Son muchos los que llorarán porque no tendrán nada que llevar a la mesa familiar, porque no podrán comprarle la ropita de estreno y menos los jugueticos a sus hijos.
Son muchos que llorarán porque tienen a un hijo (y a veces a todos los hijos) fuera del país, porque están lejos de sus seres queridos.
Son muchos los que llorarán porque estas navidades no son como aquellas Navidades –si en mayúscula– que vivíamos en Venezuela en otros tiempos.
Y, entonces ¿quiénes van riendo? Solo los enchufados, solo Maduro, su combo y sus cómplices, que tienen el poder y que además manejan los recursos del Estado y de muchas acciones irregulares más.
Ellos sí van contentos, porque tienen con qué celebrar, tienen comida en sus neveras, estrenos en sus armarios y la dicha de regalar.
Solo ellos pueden ir contentos, los demás van sin nada. Los demás sufren las penas de un sistema económico corrompido y viciado, de un modelo hambreador y violador de los derechos humanos.
Sí, «unos van alegres y otros van llorando». Maduro –de seguro– saldrá en las pantallas de TV y en las redes sociales bailando y divirtiéndose, mientras serán millones los venezolanos que se acostarán temprano el 24 y el 31 y lo harán con sus estómagos vacíos. Esta es la realidad.
Este diciembre será uno de los más tristes de la historia de Venezuela. Será una de las navidades más grises de nuestra historia. Una navidad grotesca, una navidad en tiempo de socialismo.
Y no puede ser de otra manera, pues seguimos gobernados por los usurpadores que nos han condenado a vivir en la miseria, el hambre y el caos.
No pueden ser unas navidades diferentes cuando la inmensa mayoría del país gana sueldos de miseria y en bolívares devaluados y el costo de la vida se expresa y se comercializa en dólares contantes y sonantes.
Claro que no puede ser una Navidad alegre, si hay tantas familias divididas, tantos hogares abandonados, tantas personas con hambre y vestidas con trapos viejos.
El socialismo es la muerte de la ilusión y un castillo de tristezas para todos los que lo habiten, excepto para los poderosos.
Mientras esto le ocurre a 99% de la población, ese 1% restante de ministros, contratistas, gobernantes rojos, directores chavistas, mafiosos con vínculos con el Estado venezolano pasarán un diciembre chévere, unas festividades como deben ser.
Sí, solo ellos. Esta es la verdad de un país que está secuestrado y desgobernado. Esta es la triste realidad de un régimen que ha sumido a la nación en el caos, el odio y la mezquindad.
Por eso el reto de 2022 es, de una vez por todas, lograr la libertad de Venezuela y el cambio total que el país reclama por todas partes.