22 de noviembre de 2024 5:46 AM

Fernando Rodríguez: Una lección de moral para dialogantes

La distinguida filósofo española Adela Cortina, especialmente en el dominio de la ética, en artículo reciente sobre la guerra ruso-ucraniana ha hecho una reflexión diáfana y sencilla sobre el concepto de diálogo en situaciones bélicas (y políticas, agregamos). Útil sin duda:  supone casi siempre un poderoso agresor y un agredido devastado. Suprimir esa circunstancia que suponen destrucción, sufrimiento y muerte para éste, en cantidades mayores o muy mayores, puede ser deseable pragmática y racionalmente, pero casi siempre éticamente injusta. Esa sería la situación actual de esa guerra que sacude la conciencia del planeta y que exhorta a  la mayoría de la humanidad a clamar por un diálogo que ponga cese de la criminal invasión de Putin contra un noble y frágil país, sin justificación alguna.

El Nacional

Cortina considera seguramente razonable esa figura, pero hace una pequeña y notable observación: Tales diálogos suelen ser, repetimos, éticamente injustos. El invasor logra casi siempre sus objetivos criminales y el agredido solo obtiene el cese de la destrucción de su patrimonio y el dolor y la muerte de sus habitantes. Sin duda es una solución preferible a prolongar la injusta masacre, pero nadie diría que se consigue un trato justo para las partes, como pareciera indicar un ingrediente esencial  de ciertas prédicas al respecto. De manera que si la justicia sigue siendo uno de los valores fundamentales de la convivencia de la especie, lo debería ser también de esas transacciones. Putin y los suyos deberían pagar sus atrocidades, en pocas palabras: justicia ética, aquella que no atiende sino a su prístina definición y no a sus conveniencias circunstanciales.  El mundo y la historia del mundo están llenos de esas injusticias, de esos multitudinarios crímenes, las guerras sobre todo,  sin castigo para sus responsables.

Cortina aboga entonces por hacer todo lo imaginable por dos objetivos, ayudar a Ucrania –sanciones y armamentos- para conseguir una quimérica victoria contra el gigante nuclear que quiere aplastarla y luchar por un castigo para Putin y su banda de criminales. No entregar sin luchar el ideal de justicia, sostén valorativo de toda fraternidad. Difícil, claro.

Yo invitaría a todos aquellos venezolanos que quieren rendirse ante el chavismo, “para volver a la paz y al desarrollo» después de más de dos décadas de destrucción del país para beneficiar a unos pocos, que piensen un momento como Cortina, que no entreguen así no más la dignidad y la voluntad de equidad y justicia nacionales. Que no le vendan el alma al diablo por cuatro peniques.

Hoy no más hemos conocido el atropello de la renovación del Tribunal Supremo de Justicia, mientras se multiplican las concesiones entre la dictadura y negociantes ansiosos, alacranes y politicastros… festivamente, injustamente.

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