22 de noviembre de 2024 2:53 PM

Héctor Faúndez: Un poco de su propia medicina

Héctor Faúndez

Desde hace más de dos décadas, este régimen se ha empeñado en decidir por nosotros qué canal de televisión podemos ver, qué periódico y qué libro podemos leer, qué radioemisora podemos escuchar, con quién podemos hablar, qué podemos decir y a qué tipo de informaciones e ideas podemos tener acceso. Sin embargo, Nicolás Maduro está molesto porque le han cerrado su cuenta de Facebook, por utilizarla para recomendar Carvativir, un supuesto medicamento para combatir el coronavirus, del cual no se conocen estudios científicos sobre sus efectos y que no cuenta con la autorización de ninguna agencia farmacológica.

Maduro afirma haber enviado numerosos reclamos a Facebook, empresa a la cual incluso ha llamado por teléfono, sin que, después de quince días, haya sido atendido. Probablemente, muchos venezolanos, que no tienen la suerte de contar con un teléfono que funcione, y que llevan meses (y a veces años) pidiendo que les restablezcan el servicio telefónico proporcionado por la empresa estatal Cantv, o que sufren constantemente el corte del suministro eléctrico o del agua potable, o que no tienen una conexión a Internet que funcione, o que llevan meses sin recibir gas de la empresa estatal que lo distribuye, sienten la misma frustración que nuestro querido presidente de la República.

Maduro tiene razón en estar molesto porque, después de quince días, nadie le da una respuesta a su reclamo. Con toda certeza, ese desaliento es compartido por todos los venezolanos que, desde hace años, están esperando recibir una explicación por los maletines cargados de dólares que llevaba el señor Antonini Wilson, por el destino de las reservas de oro del Banco Central, por los presos políticos que tienen una orden de excarcelación y que aún no han recuperado su libertad, o por las razones para que -después de casi tres años- todavía no tengamos los resultados de una investigación seria sobre la trágica muerte de Fernando Albán.

Tenemos el orgullo de saber que, a Venezuela, ha venido a vacunarse contra el coronavirus el expresidente de Honduras Manuel Zelaya y que ya se han vacunado los médicos cubanos que hay en el país. Se nos ha informado que el presidente Maduro ya se ha vacunado, aunque no sabemos si con la vacuna del laboratorio Pfizer, con la más modesta Sputnik o con la cubana. Pero, del mismo modo como el presidente Maduro tiene un legítimo interés en saber por qué se ha cerrado su cuenta de Facebook, los venezolanos quisieran saber cuándo les va a tocar a ellos vacunarse contra el coronavirus, y con qué vacuna.

La preocupación de Nicolás Maduro por el cierre -o suspensión- de su cuenta de Facebook tiene que ver con el ejercicio de su libertad de expresión, y él ha calificado esa medida como una “práctica totalitaria”. Por supuesto, después de cerrar canales de televisión y radioemisoras, después de aprobar la “ley del odio” para censurar a diestra e incluso a siniestra, y para perseguir delitos de opinión, Maduro sabe de lo que está hablando. Después de empeñarse en tener la “hegemonía comunicacional”, para que su voz sea la única que se escuche y para que sus ideas e informaciones sean las únicas que se difundan, Maduro sabe lo que es el totalitarismo.

Pero llama la atención que, justo cuando Maduro y sus adláteres se proponen regular las redes sociales, para controlar el tipo de mensajes que se puedan difundir a través de ellas, a Maduro le preocupe tanto que le hayan suspendido la cuenta de Facebook, por transmitir un mensaje que constituye un peligro para la salud pública. Hay que hacer notar que, durante años, Maduro ha tenido acceso a Facebook y a otras redes sociales para estigmatizar a sus adversarios políticos, para exagerar los supuestos logros de su gestión de gobierno, y para culpar a otros de sus fracasos, sin que nunca fuera censurado. ¿Por qué molestarse ahora, cuando se suspende su cuenta de Facebook por un fin legítimo, como es proteger la salud pública?

Al impedir que pueda difundir sus mensajes, Maduro está recibiendo un poco de su propia medicina, aunque por motivos distintos, y en una dosis muy pequeña; a él no se le está discriminando políticamente, sino que se le está impidiendo difundir un mensaje que constituye una amenaza para la salud de la población. Pero, como quiera que sea, Facebook es una empresa privada, representativa del capitalismo que Maduro rechaza. La solución es muy simple: que difunda sus mensajes por el programa de televisión de Diosdado Cabello, o por alguna de las televisoras estatales, o que se una a Donald Trump y funden su propia plataforma de redes sociales. El nombre ya lo tienen: ¡Fake news! O ¡Radio Sandeces!

El Nacional

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