Tulio Monsalve: La negociación como proceso

En 2023 una de las cuestiones de la que podemos dar por seguro es que continuaremos negociando. Se cumple así con uno de sus axiomas: la negociación es un proceso. No es un evento, que tenga una sola salida. Lenta. Imprevisible. Al contrario, es una construcción que es producto del esfuerzo de ambas partes y su mejor opción crear una idea de futuro.

Se negocia sobre las fortalezas y el peso de las debilidades de cada actor.

La oposición venezolana estará debilitada hasta que explique ese azaroso vaivén que fue desde el gobierno interino, hasta comerse el sapo de reconocer el gobierno de Maduro y sin pasar por go, ni cobrar 200, volver al terreno electoral. Bajo un cínico silencio. Ni explicar a sus seguidores cómo y por qué lo hicieron. Y tratar de seguir en su campaña sin pedir perdón por su desfachatez 5G.

Otra debilidad que exhiben en esta negociación es no poder explicar cómo dilapidó Guaidó los miles de millones que recibió de Trump y Biden. Mas el caradurismo de su usurpación de títulos, tareas, cargos y responsabilidades de las que han hecho un torpe, inadecuado e indebido uso.

Pero, igual el equipo de negociadores del Gobierno carga debilidades. Ejemplo: no haber reordenado su discurso y seguir repitiendo los mismos dogmas después de tantos años. Sin reinventar nuevas ideas y narrativas para remozar sus conexiones con la masa.

Igual ambas partes han terminado, por medios y lógicas diferentes, debilitando su credo y logrando que buena parte de la masa política del país se aleje de la política. Se hizo ajeno el sentido e importancia de mantener un firme piso, que, obvio, sostenga a los contendientes y puede asegurar base de la lucha de ideas. Hoy, de muy poco interés para las masas populares del país. Pero se debe entender que las partes ahora se benefician de alguna fortaleza. Pej: el cambio en el clima societal venezolano, debido al proceso de reconocimiento internacional de país.

Otra fortaleza, haber acordado entre ambos aceptar el objetivo común de que se produzcan elecciones justas, competitivas, como método democrático para reordenar un nuevo esquema compartido del poder. Una conclusión, que parece aceptada entre las partes, es que la única vía optimista para romper el síntoma del desapego que la población demuestra con respecto a la política y a los políticos es la negociación, ganar ganar. Lo contrario es la burla “interina”.

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