22 de noviembre de 2024 5:00 AM

Tulio Monsalve: La eterna diatriba

En el siglo XX tuvimos la I y la II guerras mundiales, y luego de 1945, 112 guerras e invasiones promovidas por la unipolaridad. Y otras, por núcleos de poder con presencia extracontinental. En el S XX, el belicismo se expande: América, África como Europa y Asia han sido escenario de diatribas. Se han dado guerras de una malignidad que nos sobrecoge. Se ha balcanizado un continente. Israelizado otra franja del mundo. Gestado las guerras islámicas, sin olvidar la política tribal en África, made in Europa.

Hoy vemos la eterna pugnacidad. Lo nuevo: el genocidio de desplazados. Tanto sufren que podemos tenerlos como símbolo bélico. Su suerte final se dará con “soluciones” bárbaras: más represión. La guerra gesta violencia entre países, por poseer ideologías y religiones que solo sirven para hacer más difícil -aún en la paz- su convivencia.

Ante el drama surgen voces, de algunos maestros que vale escuchar, Ej el italiano Erri De Luca. Su libro La palabra contraria reconoce -como todo buen mentor- que él “no es maestro de nada”. Solo se acepta como alguien que se propone cada día de su vida aprender y enseñar. Y, sobre todo, no olvidar. Afirma que él “habitó el siglo XX, una centuria muy exigente con sus ciudadanos”. Un siglo que ha venido a reafirmar la guerra como su símbolo. Además, produce uno de sus peores efectos, los desplazados -por millones- entre continentes.

Recalca “el exilio crea una condición patológica”. Impone un trauma, la separación de la familia y el derrumbe de su núcleo antropológico ancestral: amigos, historia, pasiones, querencias y la memoria.

Fracturas imposibles de reconstruir, independiente del lugar en que te exilien, siempre serás un extranjero.

Este escenario cocina la III guerra mundial. Terminante, en las guerras mueren los soldados de uno y otro lado. Pero en estos rebatos actuales quienes más sufren son lo civiles. Pues, aunque sean espectadores, se le somete al gueto o al exilio involuntario.

Aceptemos. Este es un siglo de revoluciones. Comienza en 1919 y termina partiendo el mundo en dos realidades irreconciliables: uno la oligarquía, el otro, según Frantz Fannon: “condenados de la tierra”. La resultante las revoluciones, por la liberación nacional. Que intenta concebir formas de independizarnos de las fuerzas neoliberales del universo. Paradoja, nacimos en guerra y seguimos y moriremos en diatriba.

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