El momento histórico político del país se encuentra en situación difícil debido a que los actores, y peor sus partidos, no saben qué conducta inventar para resolver nuestros desencuentros.
En nuestro espacio se cruzan, o entrecruzan, dos o mas formas de pensamiento y es difídificilcil, Pej. decidir entre quienes sostienen que solo el libre mercado nos puede liberar, y otros, que sostienen que de seguir esa línea no habrá manera de superar el avatar de las desigualdades que nos condenan, superan y acusan con millones de voces, que delatan nuestra incompetencia frente a este monumental demonio que creamos.
Cada facción maneja cajas de pensamiento con herramientas que llevan a soluciones divergentes para resolver la amenaza insostenible de la desigualdad.
En primer lugar, las dos partes, manejan ideologías cuyas estrategias jamás serán convergentes en esta encrucijada. Cada lado cava una trinchera para defender su ideología y declarse portador de la verdad. Mientras maldicie su opuesto.
O sea que el concepto de Jung de la “sincronicidad» para que se produzca «la simultaneidad de dos ideas vinculados”, ni siquiera de manera acausal, o fortuita, en Venezuela es posible, -por ahora- que se pueda producir.
Por un lado existe un partido que se hace soberbio con sus victorias y no acepta la autocritica sino que esconde sus errores. Del otro lado sus oponentes que se ven cada día mas descuadernados y desconcertadas por el peso de su historia de estrategías preñadas de disparates.
Unos, quieren mantener hasta el infinito sus esquemas de poder y de control sin revisarse ni evaluar seriamente como han ido perdiendo 5 millones de votantes. Y los opuestos viviendo una fantasía esquizofrėnica entre los poderes que desde el exterior los manejan, como decía, Goldoni: “Sirviendo a dos patrones”.
Con un gobierno que reconoce que la corrupción lo está deshilachando y no mete preso a nadie, ni evita el nepotismo sino que lo practíca; y una oposición, que logró hacer lo que nadie pensó, tener, un presidente autombrado, bobo, pero caco y un gobierno aéreo y “ministros” “embajadores” que entre ellos se llaman, por prensa, ladrones.
Según decía C.G. Jung, cuidémonos del inconciente colectivo, que de pronto sorprende con realidades que van “más allá de la razón” y llevan hasta encrucijadas enigmáticas: cuidado con el mito de Barinas, el pueblo que lo creó, lo puede desvanecer. Ojo: Nada es casualidad, sino sincronicidad.