Tulio Monsalve: El diente roto

Releo El diente roto. Cuento de Pedro Emilio Coll. Sin duda la literatura es vehículo poderoso para desnudar esa peligrosa fauna de dientes rotos e improvisados opos de nuestra política actual.

El libro detalla el mito del joven Juan, que inicia su edad de fama y gloria cuando una piedra le rompe un diente. De allí en adelante su vida se reduce a tocarse con la lengua su diente trasformado en sierra. Cambia su vida y se impone vaguear hacia la nada. No llega a crear una idea más. Se transforma. No vuelve a decir nada. Nadie lo ve escribir. Se transmuta en pensador.

Un clon de esos líderes de vuelo corto de la opos, 5G, 4G, 2G o cero G. Que vuelan desde hace 25 años por el mundo montados en una escuálida y empobrecida idea. Solo constantes en sus repetidas odiseas desde Miami para buscar municiones con las cuales poder repetir su delirio de tumbar el gobierno, tal y como lo hicieron, hace un cuarto de siglo, el 12 de abril de 2002. Impávidos cuentan esta historia sin perder de vista el retrovisor, acariciando su diente roto.

No producen, ni ensueños. Eso sí, mantienen su cuota de perversión para hacer más oscura su vida. Viven de la fascinación de sus fracasos. Solo manejan tesis vacías, de una erudición ostentosa y fraudulenta. Banales de palabras y promesas huecas pagadas con dineros que saquean a desprestigiadas ONG.

Esos diente roto, depredadores de vuelo bajo, desentierran otro engañifa. No piden perdón al pueblo por haberlo abandonado veinte años. Llenos de silencio y faltos de ideas, impulsan otra entelequia. Al no poder negociar por sus voraces ansias, una candidatura única, airean la mortaja de la escogencia de un aspirante presidencial a través del manejo de una azarosa lotería de animalitos: mientras venden su endeble trampajaula de elecciones primarias, sin CNE.

Tinglado de falsedades, sabemos, lo declara Biden y repite el Pentágono y voceros, la única moneda con la cual pueden pagar todo cuanto la han entregado al autonombrado y regalado a su claque de saqueadores que apañan, es dar un golpe de Estado. Pero, sin ser, como la carmonada que pusieron hace 23 años o la zarzuela del autonombrado. Ahora, o incluyen el máximo vapor del odio y las pasiones terminales o que no cuenten con ellos. Es claro y definitivo lo que exigen sus acreedores.

Estos diente roto neoliberales, obvio, tienen futuro incierto, la Cuarta Flota es implacable cobrando a cañonazos los regalos que han hecho en los últimos veinticinco años.

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