Tulio Monsalve: Días de la ira

Famoso himno latino del siglo XIII de discutida autoría: de Tomás de Celano, o, del papa Gregorio. El poema describe un pérfido día del juicio, digamos: final, al son de la ultima trompeta llamando a los elegidos y reclamando los condenados a las llamas eternas.

La historia del ser humano, como signo de su existir, pareciera haber estado agitado por la ira. Y sus componentes.

Un monumento de nuestra cultura, La Ilíada, alerta en su primera palabra: menín. Los traductores la toman como ira. “Canta, oh diosa, la ira del Pélida Aquiles”. Se evoca la ira, que estructura, y vivifica, como medio heroico por excelencia de la rabia y la acción.

Creo que nuestro nuevo año 2022 nace y señala a la ira y la mucha indignación como su sello más indeseable. Algo amenaza.

Lo paradójico, la ira ahora la manda y dirige los medios digitales. Desde allí es de donde con más fuerza nos amenaza. Pero lo digital, como tal, centrado en el dedo y no en la mano, es evidente que nunca llega a ser un himno digno de corearse.

Esta es una ira de eunucos. No produce ni dirección ni acción. Es solo evidencia de un escozor perezoso de quienes pretenden desarmar desde su facebook y hamaca mediante, sin contar con poderes reales ni fuerza que apoye su acción, la realidad de un proyecto político.

Su máxima potencia la padeceremos como siempre en la plaza Altamira y alrededores de Chacao. Obvias serán sus resonancias en la Concordia de San Cristóbal. Al ritmo de la brutalidad paramilitar. Que, bien pagados, armados y protegidos, no se sabe, o sí, se sabe por quién, nadie los delata, ni se les imputa públicamente por terror.

Esa es solo furia de tuits. Nunca llegará a asordinar lo que él, Día de Ira, decía: “La muerte y la naturaleza se asombrarán, / cuando resucite la criatura / para que responda ante su juez”.

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