A la hora de intentar acabar con el gobierno electo a través del voto popular, universal y secreto de Ecuador, la izquierda insurreccional de ese país no ha andado con escrúpulos. Sin agotar las instancias de discusión y mediación que se activan en esos casos, Leonidas Iza, presidente de la poderosa Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (Conaie), convocó un paro nacional indefinido, argumentando que de esa forma el pueblo manifestaba su legítima indignación por el alto costo de la gasolina, la espiral inflacionaria que azota a esa nación y la desidia de la administración del presidente Guillermo Lasso para atender esos problemas, que golpean de forma severa la calidad de vida de las clases más humildes, especialmente la de sus “hermanos” indígenas, que Iza dice defender.
@trinomarquezc / El Nacional
El paro ha estado acompañado de una violencia desenfrenada. Vandalismo. Los partidarios de Iza han trancado vías de comunicación y de suministro de alimentos, quemado establecimientos comerciales, asaltado puestos policiales y exacerbado las tensiones con los cuerpos de seguridad, sin importarles las consecuencias económicas y sociales que esas acciones desmesuradas están provocando. Además, se han valido de cualquier clase de argumento, sin considerar cuánto adulteran la realidad.
Entre los argumentos de los dirigentes “indígenas” al momento de evaluar la inflación, no ha aparecido el descalabro surgido en las cadenas de suministro que el covid-19 provocó en gran parte del planeta. El aumento del costo de la gasolina no ha sido vinculado con la invasión de Rusia a Ucrania y el enorme impacto que esa agresión ha tenido en el precio de los combustibles. Tampoco los dirigentes del paro han dicho que la gasolina en Ecuador es de las más baratas del mundo y que su bajo costo estimula el contrabando de extracción hacia los países vecinos, donde el combustible cuesta bastante más caro.
Temas como los que señalo no fueron tratados de forma abierta y franca con el gobierno de Lasso con el fin de buscarles una solución que evitara el conflicto. La Conaie propuso un pliego de peticiones de diez puntos. Frente a los obstáculos inevitables que surgen en todo proceso negociador, inmediatamente planteó llamar al paro nacional indefinido. Un recurso al cual solo se apela en última instancia, luego de que el diálogo se ha agotado, fue utilizado en los primeros momentos del contacto entre la Conaie y el gobierno.
Ahora se ve que el apresuramiento de Leonidas Iza y sus compañeros no era ni inocente ni ingenuo. En combinación con los seguidores del expresidente Rafael Correa –despechado por la deslealtad de su antiguo delfín, el también expresidente Lenín Moreno– esos líderes indígenas tramaron la destitución en el Congreso, de Guillermo Lasso. La fracción correísta en el Parlamento planteó sin ambigüedades destituir a Lasso. Por fortuna, esa fracción no logró reunir los suficientes votos para defenestrar al mandatario. Mucho más que reivindicar a los indígenas –sin duda excluidos y segregados desde hace siglos por élites y gobiernos blancos indolentes–, lo que más les interesaba a Iza y sus seguidores más cercanos era defenestrar a Lasso, con la finalidad de abrirle una puerta a Correa, quien finalmente podría ser redimido. Y su rencor, resarcido. Por ahora, todo se mantendrá como antes. Lasso seguirá en la Casa de Gobierno y Correa rumiando su odio.
De los dramáticos episodios que se han visto en Ecuador, se deriva que en América Latina la izquierda insurreccional siempre está al acecho. No digiere con facilidad la democracia cuando es ella la que sale derrotada en las consultas populares. En Ecuador, ese sector quiere aprovechar el giro de Latinoamérica hacia la izquierda para levantar vuelo de nuevo. La presencia desde hace varios años de López Obrador y Alberto Fernández, los recientes triunfos de Gustavo Petro y Pedro Castillo, y la casi segura victoria de Lula, parece animar a algunas franjas de la izquierda del continente a promover la caída anticipada de gobiernos elegidos democráticamente, lo cual les abriría espacio a líderes y partidos que podrían aprovechar la actual onda expansiva para lograr triunfos que se ven lejanos.
Esa lógica, desde luego, no la aplican para Cuba ni Nicaragua. La izquierda ve con agrado el inmovilismo cubano y la entronización de la tiranía nicaragüense. Las movilizaciones en esos países para exigir elecciones libres o protestar contra la violación de los derechos humanos y la escasez de alimentos no cuenta con el respaldo de los grupos que aplauden la aventura de Leonidas Iza en Ecuador.
Guillermo Lasso debería entender que su legitimidad no reside solo ni fundamentalmente en haber sido electo en comicios libres. Su autoridad como presidente está asociada con su capacidad de acercarse a los ciudadanos, entre ellos los indígenas, para contribuir a resolver los problemas más apremiantes que estos padecen. A través de la eficiencia y la empatía con el pueblo, hay que cerrarles el paso a líderes carismáticos que, en nombre de los intereses populares, trafican con las necesidades de los ciudadanos, fomentan hogueras en sus naciones y atentan contra la democracia.