Uno de los asuntos centrales de la patente crisis está en el rol de los dirigentes políticos, esto es, los que ejercen la conducción de los asuntos públicos y el manejo de las finanzas comunes. Como nunca la actividad política está desprestigiada: cada vez menos gente capaz se interesa en la política o en aspirar un cargo público. Los asuntos públicos huelen mal, la política es mirada como una pobretona actividad de tercera.
Chispean por su ausencia las ideas en el mundo de la política. Las teorías sociales se desvanecieron y la brillantez de los aspirantes. Lo que queda es la administración común y rutinaria. Se puede preguntar cuántos de ellos se interesan realmente por el destino común. Para ellos los ciudadanos no son más que votantes apáticos o seres exacerbados por la realidad deprimente a los que sólo conmueven muestras de marketing y efluvios de falso amor.
Es cierto que vivimos en un economicismo que derrumba cualquier otro parámetro. El dinero es el nuevo dios y el éxito el nuevo paraíso. La concentración de poder económico es una realidad hasta el punto de las transnacionales manejar presupuestos que superan en mucho los correspondientes a varios países tercermundistas sumados. La plutocracia se concentra en el dominio de las comunicaciones, en la propiedad sobre la información.
Con las realidades reales hay que tratar y no se puede negar que ese poder económico es poder político. Los dirigentes no se han hecho otra cosa que intermediarios entre la gente y la mercancía.
La crisis política es un aspecto o una faceta simple de una crisis más profunda. Lo que está en crisis es el hombre mismo y, por ende, su forma de organizarse políticamente. En verdad, el poder de decisión, la real posibilidad de elegir o de cambiar la dirección de un país, siguen sujetos a la imaginación desarrollada en el campo de la política. Sin ella concluimos en la muerte de la utopía.
Pensar no es productivo. No les interesan las formas posibles de organización y liberación social ni la eficacia para el bien común. Sólo les importa el poder por el poder mismo, para sí mismos. En estos tiempos aspirarlo se ha convertido en tarea para insípidos. Lo alcanzan y de la insipidez hacen patética gala en su ejercicio.
@tlopezmelendez
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