Julián Esteban vive en Hialeah, en el distrito número 12. Trabaja en una tienda de efectos electrométricos y es padre de dos niños de 7 y 11 años. Hace solo un año lograba solventar la estabilidad financiera de su familia haciendo horas extra y dando algunos viajes para pasajeros los fines de semana.
Sophia Lacayo / Diario Las Américas
Ahora gana incluso un poco más pues le aumentaron el “rate” de la hora en su empleo. Sin embargo, no logra administrar para siquiera llevar una vida normal. Entre el combustible, casi al doble, la renta donde le incrementaron 300 dólares y el seguro del auto que también subió le mantienen en un estado agobiante de impotencia mientras mira a su prole.
–Tienen que hacer algo – me comenta, cuando visitó mi oficina el jueves a una de las charlas de empoderamiento que brindo a la comunidad – es como si a nadie le importara.
Su caso no es único, todo lo contrario. Y aún más para quienes vivimos en Miami-Dade. Las noticias negativas parecen ser una constante en el escenario condal y como nubarrones se concentran para ensombrecer las calles. Personas asfixiadas en el diarismo, la rutina, la falta de oportunidades y que se convierten en verdaderos magos para estirar el salario y poder cumplir, malamente con sus compromisos económicos.
Esta semana se conoció un informe de Doxo, una firma tecnológica dedicada a analizar y monitorear datos enfocados en los distintos gastos por estados y la Florida es el tercer lugar en cuanto a brecha monetaria. O sea, en el porciento de dinero que un contribuyente debe deducir de su salario para cubrir sus gastos mensuales.
En este caso para los surfloridanos es de 43 puntos porcentuales y ese tope solo es superado por Luisiana y Hawái, dueños de un 46 y 44 por ciento respectivamente. La situación no es halagüeña. La inflación crece a cifras exorbitantes, al igual que las tasas de interés, los precios de los productos básicos, la renta, la electricidad, los seguros de auto y casa… todo menos el ingreso.
En las ciudades de Miami, Miami Beach y Hialeah se necesitarían 2.482, 2.473 y 2.303 dólares necesarios para sobrevivir 30 días.
En este dolor de cabeza, numerosos residentes tienen que hacer malabares, rentar pequeños espacios u optar por compartir vivienda. Es un hecho, los salarios ya no alcanzan y es el mercado inmobiliario, probablemente el menos accesible de los EEUU. En medio del caos no cesan los desalojos y la incertidumbre crece.
Julián Esteban, por lo pronto, no logra divisar un escape al infortunio:
–Deberían poner freno a los altos precios. Hoy la clase media se ha convertido en pobre. No es lo que ganas, se trata de para qué te alcanza – me dice.
El panorama es complejo, no es que con una varita mágica alguien pueda arreglar la economía, pero sí es necesaria la voluntad política para idear iniciativas que potencien la amalgama de oportunidades de las personas a generar ganancias. Miami-Dade merece ser ese lugar insignia y liderar el ranking de los estudios en aspectos positivos.