El secretario del difunto Papa emérito Benedicto XVI, Georg Gänswein, considera que «el problema» en el Vaticano son las «hinchadas» que pugnan por el poder, en un libro en el que también reprocha algunas decisiones de Francisco, frecuente centro de ataques de las corrientes más conservadoras.
El monseñor alemán, desde 2003 sombra de Benedicto XVI, fallecido hace una semana, publicará el 12 de enero unas espinosas memorias de título esclarecedor: «Nient’altro che la verità» (Nada más que la verdad), para arrojar luz sobre «las calumnias y oscuras maniobras» que trataron «en vano» de ensombrecer el legado del pontífice.
En la última década, la Santa Sede ha vivido con la particularidad de tener dos papas vivos: uno reinante, Francisco, y otro emérito, Benedicto XVI, retirado en un monasterio vaticano desde su histórica renuncia a la Silla de Pedro desde 2013, la primera en seis siglos.
En este tiempo, aunque Benedicto XVI respetó -casi siempre- el silencio prometido al renunciar para no interferir, muchos dentro y fuera de los muros leoninos intentaron usar su figura para arremeter contra el papa argentino y sus reformas en la milenaria Iglesia.
Gänswein, que ha encabezado las exequias de Ratzinger recibiendo el pésame casi como un hijo, confirma y lamenta en sus páginas la existencia de estas supuestas corrientes (emplea curiosamente el término italiano ‘tifoserie’, como las hinchadas del fútbol).
«En efecto, creo que el análisis más correcto deba indicar como problema, no tanto la coexistencia de dos papas, uno reinante y otro emérito, sino el nacimiento y desarrollo de dos hinchadas, ya que con el paso del tiempo (Ratzinger) se dio cuenta cada vez más de que efectivamente eran dos visiones de la Iglesia», afirma.
Y agrega: «Estas dos hinchadas -cada una fundada en afirmaciones, gestos o impresiones sobre la actitud de Francisco y Benedicto, por otro lado a menudo con invenciones del todo gratuitas- han creado esa tensión que después reverberó sobre quienes no eran suficientemente conscientes de las dinámicas eclesiásticas».
En cualquier caso, asegura que Benedicto XVI «nunca» cuestionó al papa argentino, que a su vez consideraba a su predecesor alemán «un abuelo sabio», lo respetaba.
«Obviamente es evidente la diferencia en el modo de comportarse y en el juicio teológico con el que ambos Papas han respectivamente afrontado los problemas emergidos durante sus pontificados. Pero Benedicto, aunque alguno intentó provocarlo, nunca ha planteado explicaciones sobre la estrategia de Francisco», opina.
¿Caído en desgracia?
El monseñor, que ha aparecido hasta en las portadas de revistas de moda, es desde 2012 prefecto de la Casa Pontifica, encargado de la agenda de los pontífices, pero asegura que la llegada de Francisco un año después supuso a la postre una especie de caída en desgracia.
En este sentido recuerda que Bergoglio pidió que no apareciera a su lado en las audiencias, lo que en 2020 suscitó un gran revuelo mediático, y que le encargó cuidar del papa emérito: «De ahora en adelante quédese en casa, acompañe a Benedicto, que lo necesita, y hágale de escudo», asegura que le encargó.
«Usted sigue siendo prefecto pero desde mañana no regrese al trabajo», recuerda haber escuchado de Francisco.
«Me quedé sorprendido, sin palabras (…) Regresé al monasterio y, durante el almuerzo, se lo conté a las Memores (laicas que cuidaban del papa emérito) y a Benedicto, que comentó, entre serio y chistoso, en modo irónico: ‘Parece que el Papa Francisco no se fíe más de mí y quiera que haga de guardia», escribe.
Por otro lado, en otro capítulo titulado «La paz interrumpida», Gänswein critica el «motu propio» (documento) «Traditionis custodes» con el que en 2021 Francisco puso coto a las misas en latín, propia de tiempos anteriores al Concilio Vaticano II (1962-1965), una decisión muy criticada por los cardenales más conservadores.
Asegura que fue rechazado también por Benedicto XVI desde su retiro: «Cuando le pedí una opinión respondió que el Pontífice reinante tiene la responsabilidad de decisiones como esta y debe actuar por el bien de la Iglesia. Pero, a nivel personal, intuyó un decidido cambio de ruta y lo consideró un error», asegura.
El secretario de Ratzinger se considera un «prefecto apartado», lamenta que Francisco le despojara del apartamento que habitaba en el Palacio Apostólico y denuncia que todo lo que hace y dice se ve inmediatamente interpretado en las dinámicas del poder «petrinas».
«A veces pienso en la famosa frase de los policías americanos: ‘todo lo que diga podrá ser utilizado en tu contra’», confiesa, para aclarar que no tiene planes tras la muerte de su mentor Ratzinger.
«Lo confirmo. Hoy y también en el futuro. No he hecho y no hago planes sobre mi carrera», subraya. EFE
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