1. Cincuenta años después de la conquista de las Indias, surge una poderosa rama de la civilización, el Imperio Hispánico, que dominó el mundo por tres siglos. Envenenar el pasado es el aporte del marxismo al estudio de la historia y ahora del indigenismo. No hay una hectárea (salvo Etiopía) en el planeta que no fuera una o varias veces ocupada y una o varias, ocupante. Pero la expansión hispánica la persiguen patrañas negrolegendarias aceptadas lamentablemente por Max Weber en El capitalismo y la ética protestante. Franceses, españoles, alemanes, británicos y belgas no les cobran facturas a Italia por Imperio Romano ni a Alemania por la primera y la segunda guerras y más bien aceptamos ser “latinos” mientras en las universidades renace un antisemitismo neonazi. Inglaterra, Francia, Holanda, Alemania mantuvieron en sus conquistas a las poblaciones autóctonas en ghettos sociales (el primer matrimonio entre un británico y una india fue en 1942) pero Isabel la Católica ordenó a los conquistadores casarse con las indígenas. Una hilarante experiencia personal: escribí una vez que menos mal nuestras abuelas indígenas no se resistieron demasiado a los abuelos españoles, porque no estaríamos aquí. Tuve una respuesta escandalizada de una doña, autora de un libro casero, pintoresco, lleno de lugares comunes, un hobby entre quesillos y marquesas de chocolate.
2. La “resistencia indígena” y los “cuatrocientos años de ignominia” son extravagancias y siembras de odio, que inventan enemistades, héroes y villanos, buenos y malos, blancos y morenos, ricos y pobres. Franz Fanon escribe el primer best-seller terrorista del continente -prologado por Sartre-, donde dice que “el oprimido” se “humaniza” cuando “asesina un opresor”. En Conversaciones en la Catedral, Vargas Llosa se refiere a un grupo de estudiantes comunistas, la “célula Cahuide” contra la dictadura de Odría (48-56), allá por los 50s en la Universidad de San Marcos. La formaban, entre otros, el luego legendario guerrillero del MIR Héctor Béjar; también al padre del expresidente Ollanta, Isaac Humala, descrito como un martillo de simplezas contundentes. También lo identifican con el protagonista de otra novela de don Mario, Historia de Mayta, pero el personaje de esa ficción, homosexual y trotskysta, se disocia del real. Sobre la doctrina racista indígena fundante de Carlos Mariátegui, un anacronismo en su propia época, Isaac Humalla creó la fórmula nacional-socialista chola que propone reconstruir el cruel y sangriento Imperio Incaico, el Tahuantinsuyo que abarcaba territorios hoy de Colombia, Ecuador, Bolivia, Argentina y Chile. Casado con Helena Tasso, abogada y educadora, quien se proclamaba partidaria de fusilar a los homosexuales y consumidores de droga. Los Humala-Taso son siete hermanos con nombres de la raza superior, salvo uno: Ulises, Antauro, Ollanta, Pachacútec, Katia, Cusi Coyllur e Ima sumac.
3. Ante el triunfo electoral en 2011, Isaac hablaba como representante legal de un hijo menor: “…la violencia sólo es mala cuando es ilegítima…¿Romperíamos relaciones con la comunidad internacional?… Sí no se adecúan a nuestros términos, si… Asamblea Popular, mecanismos anticorruptores contundentes, con fusilamiento incluido…”. Un remake de Los locos Adams pero con directores severos, Bergman o Passolini. Luego de la “traición” de Ollanta, según la familia, al no fusilar a nadie y gobernar decentemente, para 2026 suena la candidatura de otro retoño, Antauro, al parecer tan loco como su padre. El hobby de la familia era anunciar el reparto de paredones: para amigos de Fujimori, empresarios “neoliberales”, «cobardes y maricones». Cultores del presidente del siglo XIX, Andrés Avelino Cáceres, crean el etnocacerismo, son chilefóbicos, quieren recuperar Arica, es decir, una guerra; racistas “en defensa de la raza cobriza”, contra las “elites actuales formadas por criollos y asiáticos, para sustituirlas por cobrizos…nacionalizar la industria peruana y revertir los procesos de privatización”. “Cambio de era” llamó Correa la propensión a comienzos de siglo de aplaudir locos y truhanes sin mortificarse.
4. Racista progre, Evo Morales, con su predilección por cualquier niñita menor de 13 años se olvidó de que no presidía un harem pedófilo, sino una nación, pero destruye “el instrumento de la redención indígena, el MAS…”, que no lo deja ser amo vitalicio de Bolivia. En la biografía del posible candidato peruano Antauro, brilla una desopilante comedia. El 29 de octubre de 2000, ya Fujimori caído, finge una heroica rebelión militar contra éste. El hoy desaparecido papá de Keiko, ya había anunciado entonces que se iba y la OEA le daba plazo hasta julio 2001 para hacer la maleta. Entonces Antauro se “alza” en Locumba, una aldea de tres mil almas sin importancia militar ni política, con sesenta hombres que no dispararon un tiro, y a los dos días fueron a buscarlo su hermano y su mujer. La “rebelión” es casualmente el mismo día que se fugaba Montesinos a Venezuela y se mantienen en el monte unas semanas hasta que el gobierno provisional los llama, cortina de humo para la fuga de Vladimir, amigo de hacer favores. Uno de los caballeros andantes que desvarían al Quijote es Kirieleison de Montalbán. Antauro, por su parte, asume el seudónimo de “Corpus Christi”, pero en el Batallón de Acobamba-Huánuco lo acusan de violar Derechos Humanos entre 1986 y 1987 y encabeza otro seudomotín en 2005 contra el gobierno de Toledo.
5. Cómo si en el Atlántico se toparan las carabelas de Cristóbal Colón con una flota de yates de Huayna Cápac rumbo a Palos, inventan falsificaciones como que “no hubo descubrimiento de América, sino invasión” o “encuentro”. La monserga del “Día de la resistencia indígena” se desprende de que los indígenas vivían en un Edén comunista de high culture y no lo afirman antropólogos alumbrados, sino mandatarios que cultores de la estulticia. Las comunidades precolombinas eran lo que Marx denominaba “despotismos asiáticos”, tiranías abominables. Desde hace un par de décadas, de California a la Argentina vandalizan estatuas de Colón, autor de la mayor hazaña humana, inspirados por antropólogos norteamericanos y europeos, como ocurrió entre nosotros en el Paseo Colón, el parque El Calvario y el “Colón en Golfo Triste” de De La Cova. El racismo indigenista rompe records, reniega de su sangre mestiza, europea, indígena y negra, inventan depredaciones, crueldades imaginarias y una epistemología del rencor: el “eurocentrismo”. Los europeos cometieron crueldades en América, aunque jamás comparables a las que los indígenas se hacían entre sí. Construyeron más de cien hospitales para todos los españoles, fueran peninsulares, criollos o indígenas.
6. Crearon treinta universidades, mientras los ingleses dejaron una sola en el norte, Harvard. Obras monumentales de ingeniería, como desecar el lago de Texcoco, para que creciera Ciudad de México y poblaron el territorio de grandes obras. El olvidado padre Tembleque edificó un majestuoso sistema de acueductos, según modelo romano, para llevar agua a los indígenas, que sigue siendo hoy una obra admirable. Según Anatole France, increpado por Cortés sobre por qué derramaban tanta sangre, Moctezuma respondió: “los dioses tienen sed”. En su clímax con Huayna Cápac, el imperio incaico, el Tahuantinsuyo tuvo un millón de Kms. cuadrados y doce millones de habitantes sometidos a sangre, desde Quito hasta Antofagasta en Chile y el norte de Argentina, chibchas, aymaras, cara, pasto, panzaleo, cañari, puruchas, chavín y muchos más, que pelearon al lado Pizarro contra sus opresores. Los incas practicaban la mitima, secuestrar a los varones de los pueblos ocupados y llevarlos a trabajos forzados a miles de kilómetros de sus hogares. Nunca volverían a ver a sus familias. Luego de derrotar a su hermano Huáscar, Atahualpa agotó el horror con él, hacerle sufrir el tormento de sus seres queridos, eviscerar ante él uno por uno sus hijos, mujeres, cuñadas, amigos. Finalmente lo degollaron ¡Feliz resistencia indígena!
@CarlosRaulHer
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