Ana Belén Montes, la «Reina de Cuba» y señalada como una de las espías más perjudiciales en la historia de EE.UU., saldrá en libertad tras pasar más de 20 años en prisión por enviar información clasificada a las autoridades cubanas a lo largo de 17 años y mientras trabajaba en el servicio de inteligencia estadounidense.
«El daño es increíblemente extenso», señaló a EFE Peter Lapp, un exagente del FBI y uno de sus captores aquel 21 de septiembre de 2001, cuando Montes abandonó esposada las instalaciones de la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA, por sus siglas en inglés), en Washington, tras ser descubierta como una informante para el entonces presidente de Cuba, Fidel Castro.
Cada día, esta hija de padres puertorriqueños y que tenía dos hermanos que trabajaban en el FBI, se sentaba en su escritorio con la meta de memorizar las tres cosas más importantes de la jornada, las cuales luego transmitía a una red de nueve espías cubanos, siete de ellos ubicados en EE.UU. y los otros dos en La Habana.
La analista sénior de la DIA y máxima experta en asuntos militares cubanos llegó incluso a pasar información sobre un programa secreto de la gubernamental Oficina Nacional de Reconocimiento (NRO, en inglés) de EE.UU. basado en el uso de satélites y que estaba relacionado con la invasión a Afganistán de ese 2001.
En palabras de Lapp, esa información de satélites fue la «más dañina que dio, y es solo la punta del iceberg».
Era tan sensible la información que en caso de celebrarse un juicio no hubiera podido ser utilizada por los fiscales, de lo contrario la sentencia habría sido mayor a los 25 años de prisión que recibió tras declararse culpable en 2002.
Ana Belén Montes saldrá en libertad este viernes de una cárcel federal de máxima seguridad para mujeres en Fort Worth (Texas).
La simpatizante de la izquierda latinoamericana
Durante la década de 1980 Montes era una estudiante de máster en la Universidad Johns Hopkins y es recordada por algunos de sus compañeros como una fervorosa defensora de los movimientos de izquierda en América Latina, un postura que llamó la atención de un agente de la Inteligencia cubana que la reclutó.
En 1985, poco después del primero de una serie de viajes a Cuba, fue seleccionada para una plaza en la DIA, a la que postuló convencida por la entonces llamada Dirección General de Inteligencia (DGI) cubana.
Desde la agencia gubernamental estadounidense Montes transmitió, en forma de mensajes cifrados o en encuentros que podían ser a plena luz del día, información clasificada que, como señala Lapp, no se puede medir por el volumen sino por la calidad, como es el caso de la identidad de cuatro espías de EE.UU. en Cuba.
A lo largo de todos esos años, sus motivaciones siempre estuvieron basadas en un profundo sentimiento «antiestadounidense» y convencimiento de que su actividad ayudaba al pueblo cubano.
«Son muy buenos reclutando individuos como Montes, personas afines, compasivas, que no lo hacen por dinero», afirma Lapp sobre el aparato de inteligencia cubano, a su juicio uno de los mejores del mundo y que no duda tenga en la actualidad agentes encubiertos dentro del Gobierno de EE.UU.
«No estás realmente ayudando a la gente de Cuba si ayudas al Gobierno cubano. Estás ayudando a un régimen corrupto, asesino, opresivo y autoritario. Punto», añade el exagente, quien este año publicará «Reina de Cuba. An FBI Agent’s Insider Account of the Spy Who Evaded Detection for 17 Years», un libro que detalla los pormenores de la investigación que dio con su captura.
Probablemente sin remordimientos
«Fue estoica», responde Lapp cuando se le pregunta por la reacción de Montes al ser confrontada esa mañana en la sede de la DIA. «Mantuvo su compostura, yo pensé que se iba a desmayar, pero creo que estaba preparada para ese día desde que comenzó», agrega.
Su arresto, ocurrido diez días después del atentado a las Torres Gemelas en Nueva York, fue el corolario de una investigación federal iniciada tras las sospechas del agente de contrainteligencia de la DIA Scott W. Carmichael, quien afirmó que el daño causado por Montes fue «excepcionalmente grave».
Como han reconocido funcionarios estadounidenses de entonces, un informe de inteligencia de 1998, en el que Montes tuvo una participación capital, concluyó que Cuba no representaba una amenaza militar significativa para EE.UU.
Lapp no cree que una vez en libertad la informante, ahora con 65 años de edad, se mude a Cuba, dado que probablemente preferirá estar con su madre y tendrá que lidiar con sus hermanos axagentes del FBI, quienes nunca supieron de las actividades de Ana Belén.
¿Sigue teniendo las mismas convicciones? «No he escuchado sobre ningún remordimiento, sobre ningún cambio de opinión. Y no me sorprendería que mantenga sus convicciones. Es triste», responde Lapp.
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