Cada semana se me hace más difícil escribir. Siento que estoy muy repetitivo, pero no puedo dejar de hacerlo. Los problemas siguen siendo los mismos y no vemos solución a ninguno de ellos. Al contrario. Se agravan y a pesar de la descomposición existente en el oficialismo los partidarios del cambio no hacemos lo que estamos obligados a hacer para alcanzar el ansiado objetivo. Todo está a la vista del mundo entero.
Veinticuatro años han sido más que suficientes para desmoronar esta nación y provocar la migración más alta del planeta. Más de 7 millones de compatriotas están dispersos en todos los rincones buscando las oportunidades personales y familiares que no encuentran en su patria. ¿Qué estamos haciendo para revertir este proceso? Es indispensable el cambio de régimen. La sustitución de Nicolás Maduro y de las actuales cabezas del régimen hoy envueltas en temas de corrupción increíbles, pero lamentablemente ciertos.
Repito lo dicho en múltiples oportunidades. Todos los caminos deben ser explorados y seguidos con la firmeza necesaria. Pero necesitamos alcanzar una unidad seria y responsable en el campo democrático. Los desacuerdos son inevitables y útiles, siempre que no pretendan eliminar al otro ni limitar su libertad de acción. Sin embargo, el objetivo central tiene que estar bien definido y compartido por todos. Debemos tener presente que los vacíos políticos también se llenan. Muchas veces son ocupados por presiones “impolíticas” derivadas de acciones militares, económicas, demagógicas y, en nuestro caso, hasta narcoterroristas. No podemos continuar manoseando torpemente la realidad sin tratar de cambiarla radicalmente.
No soy enemigo de lo electoral, pero agotarnos exclusivamente en lo de las primarias fijadas para octubre de este año y en las presidenciales de finales del año próximo es un error. Pensemos, así sea por un minuto, en la situación del país en año y medio más de continuar como estamos. Aunque no tengamos una “guerra” declarada internamente, sabemos que no existe la serenidad necesaria para que la vida de los ciudadanos transcurra con relativa normalidad.
Una vez más insistimos en la necesidad de despertar y rebelarse para conservar lo mucho o poco que todavía tenemos. Me refiero a la vida, a la libertad, al derecho a trabajar y vivir en paz. Hay mucho miedo derivado de la incertidumbre existente. Hay poca acción incluso entre los protagonistas que vacilan recelosos confiando en que otros actúen y resuelvan.
Debo insistir en que no podemos confundir el objetivo central con los instrumentos existentes, lo cual incluye lo electoral. Estamos a las puertas de las más graves confrontaciones de este tiempo. En tiempos normales sería condenable estimularlas, pero evitarlas cuando son necesarias se convierte en traición. Pensar sobre la suerte de nuestros migrantes y nuestras familias ayudará a todos los efectos.
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