Raúl Fuentes: Saltos mortales

Me desempeñé durante años como director creativo de Ars Publicidad, Euro RSCG y Guts Advertising, 24 en total, a lo largo de los cuales aprendí a decir y escribir siempre lo mismo y cada vez de una manera distinta, ajustada a las circunstancias del momento y las exigencias del mercado. En eso no más consisten la publicidad comercial y la propaganda política: en la repetición. Lo tenía muy claro Joseph Goebbels, quien transformaba embustes en verdades irrefutables, mediante su reiteración al mayor. Quizá los cerebros de Madison Avenue tenían en mente su «Principio de Orquestación» cuando, descubierta la pólvora —«La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas… Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad»—-, procedieron a seducir a sus clientes brindándoles la última cocacola del desierto: la Unique Selling Proposition (USP) o propuesta única de ventas. El nicochavismo, cuya ideología difiere en el empaque, mas no en la esencia de la profesada por el Reichsminister für Volksaufklärung und Propaganda de la Alemania nazi, tomó de este, e hizo suyas, las herramientas de manipulación y difusión selectiva de la información, y las aplicó a la comunicación tocante a la incidencia de la peste china en nuestro entorno; sin embargo, como sabia y atinadamente sentenció Abraham Lincoln, «Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo». Y hete aquí al mandón intentando franquear con un inesperado brinco materialista, dialéctico y numérico la talanquera de la dura realidad: dando saltos en una patita va el conejito para su casita. O para la chistera del mago.

El triple salto mortal —lo de mortal no pasa de ser una presunción (show off), pues siempre hay una red cautelar estratégicamente desplegada en previsión de una caída o un eventual paso en falso  —es una acrobacia desarrollada con atlética precisión por disciplinados y muy bien entrenados gimnastas de elevado espíritu competitivo y sed de triunfar; también, con el agregado de un tirabuzón u otra impresionante pirueta, solía ser cabriola ejecutada en el clímax de sus performances, con acompañamiento de redoblantes y pausa suspensiva, en circos itinerantes de escasa monta por trapecistas y volatineros, a modo de cierre de la función. Y un triple vuelco, este sí, letal de verdad-verdad, se produjo en las estadísticas «oficiales» atinentes al número de infectados y fallecidos a causa de la covid-19, tal vocearon los heraldos de Maduro Moros —en lo adelante mm, así, en minúsculas, como corresponde a quien le importa un carajo la salud de sus compatriotas—, convirtiendo en certeza las dudas y sospechas sobre la veracidad de los balances del gobierno de facto. Triplicar o cuadruplicar de la noche a la mañana el número de víctimas del SARSCoV2, y atribuirlo alegremente a una ofensiva biobelicista de Iván Duque y la oligarquía colombiana o a una mutación sambocanarinha, y no al relajo vinculado a una gestión indolente, políticamente interesada y logísticamente desmañada de la crisis sanitaria y al ineficaz 7×7, es tomarnos por pendejos.

Las alarmas se dispararon con el alza inopinada del inventario hecho en socialismo, pero las luces de alerta pasaron de amarillo a rojo al conocerse las estimaciones del Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud (IHME). Según sus cálculos, el número de contagiados es entre 8 y 15 veces superior a la cantidad señalada en los partes maduristas —recordemos los auspiciosos informes médicos leídos por mm durante la agonía del comandante muerto—, es decir: en el país se estarían registrando diariamente entre 6.000 y 15.000 contagios y vaya usted a saber cuántas muertes —las morgues están saturadas—. La institución proyecta al menos 30 decesos al día para el mes de julio. ¡Ah!, pero al chavismo esos pronósticos le saben a nada. El mal de moda vino en providencial refuerzo a su vocación de perennidad y le ha servido de coartada para consolidar el modo de dominación social desarrollado con mediación cubana, a partir de la resurrección de Chávez, defenestrado en apariencia un día como hoy, pero jueves, hace 19 años. El 11 de abril,  además de fecha aniversaria del día más aburrido del siglo XX (1954) y acaso de la historia —apreciación debida a un algoritmo desarrollado en la Universidad de Cambridge—, es asimismo Día Mundial del Parkinson y tal vez por ello, y bajo el influjo del culillo a una multitud enardecida, a Hugo Rafael le tembló la mano zurda y no terminó de rubricar la famosa «renuncia la cual aceptó», Lucas Rincón dixit, en  uno de los momentos más álgidos de un  drama devenido en sainete y aún no suficientemente explicado ni entendido. Como afirmé al comienzo de estas divagaciones, incurrí, de pane lucrando, en el mester de la repetición, y alardeo de ello ahora, transcribiendo, sin comillas ni cursivas y  con retoques cosméticos, lo escrito por mí en 2017, al cumplirse tres lustros del chapucero e infeliz carmonazo.

—¿Cuántas cuartillas es necesario escribir en este atribulado país para aclarar lo ocurrido entre el 11 y el 13 de abril de 2002, cuando se hundió y resurgió un gobernante absolutista, abusador y excluyente de más de la mitad del país y extorsionador del resto, a través de la caridad y una promesa de redención de nunca cumplir? Hay en los confusos y ya remotos sucesos demasiados cabos sueltos, bastante tela donde cortar y abundantes preguntas sin respuestas con relación a los causas y efectos de la insurgencia popular. ¿Cómo no vislumbrar tras el quítate tú pa´ponerme yo, difundido en cadena radiofónica y televisual, una pantomima orientada a camuflar una celada, preparada con milimétrica minucia, a fin de desarticular a la disidencia y salir de una oficialidad alérgica al sarampión rojo? ¿Cómo elucidar el contragolpe del general Raúl Isaías Baduel —Deus ex Machina encanado desde 2017, acusado de «atentar contra la independencia e integridad de la República»—, restituyendo al ángel caído, sin ni siquiera un disparo al aire? ¿Por qué no se conformó una comisión de la verdad encargada de indagar los antecedentes, pormenores y consecuencias del resbalón presidencial y el ilusorio encumbramiento de Carmona? ¿Quiénes ayudaron al fugaz presidente a huir del país? ¿Quiénes decidieron enrumbar la marcha a Miraflores sin para mientes en la previsibles e inevitables bajas? ¿Quién redactó el deplorable decreto leído durante la juramentación del hombre de Fedecámaras y marioneta de Isaac Pérez Recao? ¿Cómo no equiparar lo acontecido con una comedia de enredos, urdida en alguna sala situacional? Estas son algunas de las muchas interrogantes surgidas cálamo currente: quedaron otras en el tintero y estas en el aire mientras el chavismo siga atornillado al poder con respaldo castrense, y acaso nunca sepamos si hubo un putsch o un «vacío de poder», invento de la televisión, o se trató simple y llanamente de una patraña forjada por su áulicos en la fragua del astro comandante galáctico.

Seguramente, anticipando la «gran marcha de las antorchas» convocada con motivo del 19 de Abril —disidentes corajudos e imaginativos, de haberlos, se presentarían en ese aquelarre pirotécnico  «armados» con extintores de incendios, a objeto de apagar esas patéticas teas, metáforas involuntarias del deficiente servicio eléctrico—, y  a fin de cerrar con broche de oro del Arco Minero orinoqueño el actual período de cuarentena radical, mm anatemice hoy, mañana y pasado mañana, a quienes arriesgaron sus vidas en aquella histórica, inolvidable y gigantesca movilización popular, vencedera de miedos y amenazas, vilmente abaleada por esbirros homicidas (pistoleros de Llaguno), glorificados por la sinrazón emocional del renacido, y premiados con diputaciones y concejalías. Para estos gatillos alegres habrá efusivas y empalagosas exaltaciones. Para los 35 asesinados durante la marcha, un ¡vade retro! No puede ser de otra manera cuando fantoches, morisqueteros y payasos fungen de estadistas, convirtiendo la administración de la cosa pública no solo en fuente de peculado y enriquecimiento ilícito, sino en práctica circense. Y, cuando de espectáculo se trata, viene a cuento Phineas Taylor Barnum, señor indiscutible del entretenimiento, timador de altos vuelos y coleccionista de fenómenos, portentos y maravillas, a quien debemos el apotegma “lo importante no es lo que ves, sino lo que crees ver”, axioma definitorio de la prestidigitación y, de alguna manera, inspiración de los vendedores de fantasías oficiales; espejismos enmarcados en una insufrible cursilería indopopulista, derivada del mito del buen salvaje y potenciada por el fanoniano síndrome  del colonizado. De aquí en adelante la pandemia arreciará y los saltos de mm serán de órdago y garrocha. Y anótenlo: la descocada gestión de la pandemia en general y el criminal retraso en la vacunación en particular —a Venezuela han ingresado apenas 750.000 dosis (500.000 de la china de Sinopharm y 250.000 de la rusa Sputnik V), para apenas 1,3% de la población (El País, 08/04/2021)—, pueden ser las gotas que derramen el vaso de la paciencia nacional; porque, expolio versos de Hanni Ossot, «del Circo no queda sino un traje raído/ cansado/ descolorido…»

El Nacional

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