Raúl Cazal y Cósimo Mandrillo confiesan qué clase de críticos son

Borges, escritor monumental y crítico argentino, llegó a afirmar que le costaba entrarle a Horacio Quiroga, y tenía la impresión de que el uruguayo escribía no para ser leído atentamente sino para recordarlo luego. A Baltasar Gracián lo llamó caricatura de Quevedo y le pidió a un entrevistador que, por favor, le citara algún buen verso de Pablo Neruda.

Esa perspectiva de arrogancia en espiral por parte de quien se atreve a deconstruir a un autor y su obra, genera muchas veces el rechazo de la fauna literaria que establece una relación de afecto-antipatía, sobre todo odio, hacia el crítico literario que además asume como forma de análisis la insidia, al punto de que García Márquez se refería a esta logia inescrutable como “una especie de personajes parasitarios”.

Cada 15 días y desde hace un año en Últimas Noticias, dos cerebros, veinte dedos, cuatro ojos con sus lentes y cuatro manos, desbordan la sincronía del diarismo con sus sucesos, deportes y farándula, para sostener un careo con sus propios héroes y antihéroes literarios y así comprometernos, para bien o para mal, a seguirlos. Por suerte, no lo hacen con inquina como parece ser la tradición, sino que se apegan al manual sugerido por el teórico francés Gérard Genette, quien advertía que la diferencia entre el escritor y el crítico radica en la esencia de su oficio: no tienen una relación de subordinación sino de constante diálogo, pues si la literatura es absoluta libertad, la crítica está cargada de rigor.

Raúl Cazal y Cósimo Mandrillo ejercen con tenacidad esta conseja, y sus breves ensayos dominicales sobre un libro determinado pasan por desmenuzar el tejido invisible que subyace fundamentalmente en las novelas venezolanas de todos los tiempos, así como desafiar a sus autores a un pormenorizado examen de sus cargas subjetivas, vistos los atajos ideológicos que también uniforman los imaginarios de la creación.

Mandrillo irrumpe: “Por alguna razón, la crítica literaria no ha desaparecido. Alguna función cumple. En el caso nuestro, creo que el intento inicial es promocionar la lectura de algunas obras, y la lectura en general”. Cósimo, editor, escritor, investigador, doctor en literatura hispanoamericana por la Universidad de Iowa (Estados Unidos) y profesor jubilado de la Universidad del Zulia, nació en Taranto, una pequeña ciudad al sur de Italia por la que conserva un lejano murmullo que parece acento, mezclado exitosamente con el maracucho.

Sus lecturas y análisis se producen en tiempo real. Fotos: Michael Mata

Acuerdos mínimos

Su obrar es sencillo pero fascinante: deciden un título, se dedican a la lectura y al análisis desde perspectivas distintas, escriben y las tecnologías hacen el resto al cruzar sus caminos virtuales para que ambos trabajos se junten y depositen en las páginas del diario dos domingos al mes. Del papel salta a ese territorio infinito que es la red de redes, donde la columna transita los laberintos digitales.

Cósimo en Macaraibo, lo hace desde el ángulo de la literatura propiamente, y Raúl en Caracas desde el periodismo, por lo que las miradas que ofrecen incluso pueden llegar a oponerse, como un acto casual. Confiesa Madrillo que últimamente intentan limitar aun más la comunicación para no dejarse influenciar el uno por el otro.

Es una carrera de lectura en tiempo real, que hasta la fecha nos ha permitido a sus lectores hilar aprendizajes sin más carpintería que el trabajo de filigrana en torno, por ejemplo, a la importancia y vigencia de la obra de Gallegos para nuestra lengua, los artificios de algún título de Francisco Suniaga y sus héroes inexplicables, las maravillas neobarrocas del joven Miguel Bonnefoy y, por no dejar por fuera cierta vocación internacionalista, el deslumbrante estallido creativo de la Nobel coreana Han Kang.

Pulso narrativo

Hacen hincapié en la narrativa, y eso tiene que ver, indica Cazal, con el alcance al que aspiran. “En su momento escribiremos sobre poesía, solo que le hemos tomado el pulso a la narrativa para abordar lo que se escribe tanto en Venezuela como internacionalmente. Lo que pasa es que la narrativa tiene una mayor proyección para el público, tiene una gran trascendencia, sobre todo porque tenemos muchos escritores que debemos revisar para ver cómo se está narrando, qué se está diciendo y cómo se está diciendo”.

Raúl, periodista y escritor de origen paraguayo, hijo del ilustre combatiente comunista Joel Atilio Cazal, es básicamente un hombre-libro desde su accionar en las funciones públicas y mediáticas. Viceministro de Fomento de la Economía Cultural, preside el Centro Nacional del Libro (Cenal) y el Fondo Editorial El perro y la rana, y su incansable cruzada por la promoción del libro y la lectura sigue más allá, con su programa multimedios Las formas del libro donde ha permeado a la literatura y sus creadores con entrevistas impensables y arriesgadas como la del rapero Akapellah y un ensayo frente a la inteligencia artificial (IA).

No es un asunto solo de gustos personales. Con Leer a cuatro manos intentan escarbar en la sociedad en que vivimos a partir de la constancia del escritor, otro de sus leit motiv. “Nosotros lo que estamos buscando es quien escriba literatura, quien haga literatura” asegura Cazal.

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