El 17 de febrero murió Américo Martín. Al pesar de la pérdida de un dirigente político e intelectual venezolano de gran valía, se une que se haya ido de este mundo sin ver el final de la pesadilla que nos ensombrece desde hace más de 22 años. A raíz de su muerte vi circular profusamente una hermosa foto de Américo con Teodoro, quien corrió el mismo destino que Américo, al igual que Freddy Muñoz, Pompeyo Márquez, Moisés Moleiro… por mencionar los más emblemáticos dirigentes de los partidos de izquierda que me vienen a la memoria que murieron en las tinieblas de la tiranía, sin olvidar que igual suerte han corrido otros cientos de venezolanos que se empeñaron en ver el retorno de la libertad.
Raquel Gamus / El Nacional
Cada uno de ellos, desde su ingreso a la lucha política y desde distintas trincheras, estableció un serio compromiso con sus ideales libertarios. Fue así desde la lucha contra la dictadura de Pérez Jiménez, en la que fueron víctimas de cárcel y persecuciones.
Movidos por la emoción que produjo la Revolución cubana, en la década de los sesenta, cuando apenas se iniciaba la experiencia democrática venezolana con Rómulo Betancourt a la cabeza del gobierno recién electo, el PCV y un importante desprendimiento de un amplio sector de la juventud de Acción Democrática, entre los cuales se encontraban Américo y Moisés, eligieron la lucha armada como vía de confrontación, forma de lucha que se mantuvo durante varios años, durante los cuales arriesgaron junto a un contingente de militantes no sólo su libertad sino también su propia vida.
El reconocimiento del error y su rectificación no fue tarea fácil. El primer paso lo dio el Partido Comunista, luego de un largo proceso de discusión que conllevó una división interna, amén de las feroces acusaciones de traición lideradas por Fidel Castro, con quien polemizaron especialmente Teodoro Petkoff y Pompeyo Márquez. Más tarde ocurrió la rectificación del MIR.
En 1969, con la primera presidencia de Rafael Cadera comienza el camino de la pacificación y la incorporación a la lucha política por la vía democrática que se ejerció con distintas posturas políticas a través de candidaturas presidenciales nunca triunfantes, del trabajo parlamentario que se desarrolló con responsabilidad y dedicación y de las luchas sociales e ideológicas.
Era un trabajo a tiempo completo por sus ideales y no para lucrarse, todos ellos y muchos otros militantes de esos partidos verdaderamente de izquierda no sólo no amasaron fortunas, sino que incluso donaban la mayor parte de su sueldo de parlamentarios a sus partidos, sacrificando el sustento familiar.
Si queremos resumir en pocas palabras la conducta de esos dirigentes no dudamos en aportar compromiso y honestidad.
Lo traigo a colación por el contraste con la mafia que nos gobierna, que tiene su primera aparición en el truncado golpe de Estado del 4 de febrero de 1992 en el que se rindieron antes de arriesgar sus vidas sin dudar en atentar contra las de inocentes y adversarios. Pocos de ellos sufrieron cárceles, además en las mejores condiciones, sin persecuciones ni torturas. Lograron conseguir su ubicación en la izquierda por su falsa retórica y la bendición del castrismo cubano.
Ganaron las elecciones cabalgando sobre la frustración popular y se les reconoció su triunfo electoral sin rodeos. Desde el primer momento la retórica incendiaria disfrazada de izquierda fue su distintivo. Una vez en el poder, no tardaron en comenzar el saqueo del erario nacional a unos niveles nunca vistos en la historia del país y el continente, hasta dejarlo en la ruina que hoy tenemos
No dudaron en ejercer la tiranía cuando vieron la posibilidad de ser desplazados. Su heroísmo ha consistido en ser implacables para encarcelar, torturar y asesinar a sus adversarios y en convertir en peligrosos enemigos a cualquiera que proteste por sus derechos, incluyendo a ancianos.
Su pretenciosa intención refundadora incluyó ignorar a estos líderes cuyo ejemplo resultaba espejo que los acusaba. Tengo esperanza en que ellos serán el ejemplo para recuperar la verdadera democracia popular.