Ramón Guillermo Aveledo: País de todos

Ramón Guillermo Aveledo

Después de mi artículo anterior sobre el protagonismo civil en el nacimiento de nuestra República, proyecto aún en obras, algún amigo me ha preguntado si no creo que esa idea contribuye a ahondar más la brecha entre militares y civiles.

Creo que no, por varias razones. La primera es que “Con la verdad ni ofendo ni temo” como dijo Artigas, el héroe nacional uruguayo. La verdad histórica es el papel central de los civiles el 19 de abril y el 5 de julio y la decisiva actuación militar para ganar la guerra larga y costosa que el militarismo español alrededor de Fernando VII provocó. La segunda es que distingo perfectamente entre la institución militar, parte fundamental de nuestra organización republicana y el militarismo que es desviación que la corrompe y degrada.

Defiendo la Fuerza Armada de la Constitución. La de los artículos 328 y 329. Esencialmente profesional, sin militancia política, “al servicio de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna” con sus responsabilidades constitucionales, ni una menos ni una más. El derecho al voto a los activos del 330 es natural, sin que puedan presentarse como candidatos, o hacer propaganda, proselitismo, o tener militancia.

Igual me parece que suprimir el control parlamentario de los ascensos de coronel y capitán de navío hacia arriba fue un error. El parlamento es un cuerpo político, sí, pero plural. El Presidente es un político, pero uno solo. Aquel sistema, usado de 1819 a 1999 buscaba imparcialidad y justicia en las promociones, mientras que hoy los ojos con derecho a ver son de un solo color. Ambos sistemas son imperfectos, pero las desventajas de éste no son difíciles de apreciar.

Después de la Independencia tenemos muy presente lo negativo de las variadas formas de militarismo político, incluso la dictadura. Sin embargo, llama la atención el papel de grandes militares en los avances de la vida civilizada, institucional venezolana. Como Páez, héroe militar de verdad y estadista para la convivencia civil y el progreso. Soublette, respetuoso de las libertades. López Contreras y Medina que en vez de seguir por el carril autoritario, abrieron paso a reformas democratizadoras. Larrazábal, honesto y popular almirante clave en la transición de 1958.

Al asumir, el Presidente chileno Aywin, posibilista de la concordia, desafió la pita popular y afirmó con fuerza “Sí, señores, sí compatriotas, civiles y militares”. El país somos todos. Allá y aquí.

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