En estos tiempos, en los que muchos olvidan su pasado y solo recuerdan su presente, es decir, el ahora o el momento, sin preocuparse por el futuro y el legado que dejan a sus hijos, un Pueblo Bravío no olvida, sino que continúa con su lucha por consolidar la gesta independentista de la opresión hegemónica que imponen los burgueses y los capitalistas.
Pocas personas saben que antes de que ocurriera el golpe de Estado del 23 de enero, muchas familias perdieron a sus hijos, padres u otros seres queridos, quienes fueron masacrados por no compartir pensamientos ideológicos o seguir las órdenes del régimen de Marcos Pérez Jiménez.
Es cierto que el dictador dejó grandes obras arquitectónicas, que, todavía hoy, revelan su majestuosidad, como los bloques del 23 de Enero y la Universidad Central de Venezuela, entre otras; pero ¿conoces el precio que pagó el pueblo venezolano por ellas?
Si estas obras hablarán te dirían todo el dolor, sudor y sangre que derramaron nuestros hermanos venezolanos inocentes para que se construyeran.
Por eso, un grupo de militares de la fuerza aérea, bravíos como el Libertador de la Patria, Simón Bolívar, se alzó desde la Base de Boca de Río, cercana a la ciudad de Maracay, junto con el cuerpo de blindados del Cuartel Urdaneta de Caracas, al mando del teniente coronel Hugo Trejo, en un primer intento para derrocar a Pérez Jiménez.
El pueblo, incluyendo a los estudiantes, al sentir el apoyo de la fuerza militar, salió a la calle durante todo el mes de enero, para decirle al dictador que ya estaban cansados de su hegemonía y que seguirían en pie de lucha para liberar a su país de tanto dolor y sufrimiento. Es así como aquel 23 de enero de 1958 el pueblo obligó al dictador a abandonar el país.
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