«Los países no se acaban» es una premisa que he escuchado siempre y que pareciera tener -al menos- bastante lógica. Pero si bien esto puede ser así, si pueden vivir, y de hecho las viven, crisis trascendentales que apuntalan el desarrollo de sus generaciones futuras. Este es básicamente el panorama de la Venezuela de hoy: seguimos siendo un país, pero con una profunda crisis continuada.
Más allá de todas las consecuencias políticas y económicas de esta crisis que ha significado, englobándole, el socialismo del Siglo XXI, como madre y mujer venezolana, me preocupa mucho más lo social. El tema del irrespeto a los valores, que conduce a no respetarnos entre nosotros, es una de las peores consecuencias que estamos viviendo como sociedad.
En un mundo tan convulso, y más aún después de la pandemia de covid-19, Venezuela no puede escapar de la locura. Vemos a diario noticias que conmocionan como lo ocurrido recientemente con una mujer en Trujillo, quien fue asesinada para arrebatarle los ojos y venderlos por $100.
¿En qué nos hemos convertido para llegar a esto? ¿Qué nos pasó que nuestros hijos matan a sus progenitoras por una herencia u otros dejan a adultos mayores en la calle tras venderle su casa? La sociedad venezolana costará muchísimo recomponerla, al menos eso pienso cada vez que leo estos titulares, pero debemos empezar cuanto antes.
¿Cómo? No tengo varita mágica para traer la solución a esta crisis de dimensiones descomunales, pero sí tengo claro que todo empieza por casa. Como padres debemos hacer el mayor de los esfuerzos por no contaminarnos con lo malo que estamos viendo y promover el bien desde todos los niveles.
Cosas tan elementales como respetar el semáforo siempre, pero muy especialmente cuando nos trasladamos con nuestros pequeños, empieza a marcar la diferencia. Pero voy más allá, también es hoy nuestra obligación enseñarle la importancia de la construcción de ciudadanía, no dejar que los otros hagan por ti.
La participación en la comunidad donde residimos, atender activamente el condominio y/o urbanización, elegir lo que esté a nuestro alcance, trabajar honradamente; todo esto suma en la tarea titánica de levantarnos nuevamente como sociedad y con eso reconstruir el país.
Permito robarme, sobre este tema, una frase del periodista y escritor español Ignacio Escolar: “¿Mejores partidos? Claro que sí. ¿Mejores políticos? Por supuesto. Pero para eso hacen falta ciudadanos comprometidos, que hagan algo más que quejarse en Twitter o en la barra del bar».
Ya basta de vivir en la apariencia de las redes. No podemos estimular la banalidad en el hogar. Enseñemos a valorar y utilizar el tiempo en cosas útiles para el país, e incluso, para el planeta: Plantar un árbol, recoger la basura de una playa, dar de comer a un niño de la calle; también es ser mejor ciudadano.
Es vital, en la Venezuela y el mundo de hoy, contar con una sociedad civil organizada, doliente de su nación. Somos solo su gente los que podemos hacer el país que tanto ansiamos. Es momento de meterle el pecho a Venezuela, con solidaridad y desde el respeto.
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