Past Lives de la directora y dramaturga Celine Song, es el amor, convertido en una versión sobre la placidez y la intimidad, que se vuelve cada vez más profunda y sentida. Alejada de estridencias argumentales y visuales, es, quizás, la discreta obra que se convierta en la película de mayor calidad de 2023.
En la Past Lives de la dramaturga y directora Celine Song, todo ocurre con una lentitud casi contemplativa. El guion, también escrito por la directora, analiza el amor, pero no desde el punto de vista sencillo o mucho menos, el más urgente. La cinta, que se encuentra en un extraño escenario entre la alegoría acerca de la intimidad y la necesidad del otro, se construye a través de silencios y escenas de extraordinaria belleza.
Song, veterana en narrar con lo sugerido (como lo demostró en su laureada obra de Endlings, famosa en Nueva York y en Japón), usa el filme en 35 mm y la luz difusa, para meditar sobre la necesidad espiritual. No lo hace de forma evidente, forzada o inmediata. De modo que la película requiere paciencia del espectador. Pero al cabo, no solo bien recompensada, sino que permite que la película obtenga su propio valor a través de su atmósfera y sentido de lo simbólico.
Porque Nora (Greta Lee) es una exploración acerca de la necesidad de amar. Más que un personaje —que lo es y uno desarrollado con exquisita paciencia y sensibilidad por la actriz— es un vínculo con la madurez del amor y cuáles son los estratos que toca. Desde la niñez, cuando conoce a Hae Sung (Teo Yoo), sabe que antes o después, él será la encarnación de todos sus deseos y necesidades. Pero ese impulso invisible pasa por hechos corrientes. La directora no cuenta un romance de altos vuelos, con casualidades inexplicables y un posible final feliz garantizado. En lugar de eso, da un paso atrás y recupera la idea del amor gentil, el que debe probarse en medio de dolores y pequeños descubrimientos.
En Past Lives, el amor es un homenaje. Una búsqueda, un sentido promisorio. De la misma forma que un recorrido ritual hacia un bien total, Nora deberá aprender cómo la vida erosiona y construye su propia versión de la necesidad (física y espiritual). Es ese trayecto el que la película narra con una delicadeza sublime y una estupenda puesta en escena, que analiza y medita, a ritmo de elegía, los grandes misterios emocionales. ¿Por qué amamos? ¿Qué nos hace amar? ¿Se trata de una colección de recuerdos con un significado adquirido o la búsqueda del yo en otro cuerpo?
La belleza del silencio
La película no ofrece respuestas sencillas ni, tampoco, quiere darlas. Su objetivo es una especie de disección lenta y cuidadosa sobre el enigma del ser humano. Lo cual podría condenar a la película a un limbo entre conversaciones o una mirada intimista y poco clara, a no ser porque Song utiliza a sus personajes como piezas que encajan en un espléndido rompecabezas.
Cada etapa de la vida —que lleva a Nora y a Hae Sung a nuevos territorios de sí mismos y su necesidad de ser comprendido— se convierte en una pieza fundamental para comprender su historia. Y a través de eso, la realizadora logra narrar capa a capa, los misterios de los días corrientes, de la vida que transcurre, del amor que se sostiene con cuidado en medio de conversaciones, ausencias, pequeñas decepciones y alegrías que pueden cambiar el transcurso de las vivencias privadas. Si algo sorprende de esta película es su capacidad para contar cientos de pequeñas vivencias, sin que parezca hacerlo. Mucho más, cuando el apartado visual se vuelve una deliciosa mezcla de matices, ideas y construcciones que se internan en la posibilidad de ser a través de otro.
En una época en que las películas deben mostrar —y ser posible, pronto— su conflicto, la placidez de Past Live es un riesgo. Para Song, además, es un experimento que se enlaza con la posibilidad de encontrar un sentido del individuo creíble. Esta narración, que avanza en medio de aguas tranquilas, pero cuyo centro es varias de las grandes interrogantes existenciales de nuestra época, conmueve por apelar a lo invisible. Mucho más, cuando utiliza su estructura narrativa para unir el pasado, el presente y el futuro en una sola línea.
¿Quiénes somos y adónde vamos cuando el autodescubrimiento lleva a una exploración audaz del tiempo propio? La directora utiliza el espacio —real, imaginario, visual y argumental— entre sus personajes, para plantear diversas interrogantes acerca de lo emotivo. El resultado es una extraordinaria trama, que, sin sobresaltos, expresa cientos de ideas distintas acerca del bien y la potencia del espíritu en busca de trascendencia. Su mayor logro y triunfo.
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