Cada persona, en función de su formación o afectos, tiene sus respectivos paradigmas que cita como referencia.
Con motivo de cumplirse 50 años del golpe de estado contra el presidente Allende, en el parlamento europeo, un diputado español vinculado a la extrema derecha, ponderó el mismo con vista a los resultados económicos que la actuación del general Pinochet le presentó al país al finalizar su gestión y que se han extendido en el tiempo.
Esta pasada semana, en Colombia, el señor presidente Petro, vía la red X, hace lo propio con los resultados en materia educativa y de salud de la Cuba castrista mientras que, en el ínterin, una parte de los precandidatos opositores a la gestión del señor Maduro -incluyendo quienes son adversarios acérrimos del partido Acción Democrática- que participarían en la primaria del próximo mes de octubre en Venezuela, afirman que el mejor presidente venezolano, lo fue Rómulo Betancourt.
De entrada afirmó que coincido con los últimos pero además agrego: si algo caracterizó a Betancourt fue enfrentar al castrismo y a cualquier tipo de dictadura e intervención, lo que no le impidió, por ejemplo, contribuir con la educación cubana a la caída de la dictadura de Baptista, enviando a ese país una importante representación de educadores venezolanos coordinados por el profesor Félix Adam, de manera que, si en eso Cuba ha tenido éxito, algún mérito tendremos los venezolanos en su construcción, lo que por cierto, nunca buscamos redituar.
Betancourt es el creador de la doctrina que lleva su apellido, aquella según la cual, con gobiernos que no son democráticos, no se podía tener relaciones y fue así como las rompió con el castrismo y no las tuvo con las dictaduras continentales de la época.
Hay entonces en el accionar venezolano de ese momento una coherencia que uno en estos tiempos añora pues, lo importante, no es la afiliación ideológica que se tenga y que genera posiciones dogmáticas, sino las principistas. Las primeras, en el caso europeo y el colombiano citado, ponderan lo positivo y obvian lo negativo, la violación de derechos humanos en el Chile pinochetista y la Cuba castrista y postcastrista. La venezolana, por el contrario solo tenía en cuenta la condición democrática de la gestión que se desarrollaba.
Probablemente algún detractor de la gestión venezolana, seguramente simpatizante del accionar que se desarrolla en el país desde el 2 de febrero de 1999 refutará mi conclusión. En su derecho está, sin embargo, mientras el tiempo transcurre, en nuestro caso es lo cierto que cada vez más personas que en su tiempo fueron adversarios del presidente Betancourt, hoy ponderan su actuación, lo que ciertamente no ocurre, cuando menos, con quienes han dirigido Cuba los últimos 64 años.
Los mejores años que ha tenido Venezuela desde que Colon llegó a nuestra tierra de gracia, fueron los transcurridos entre 1958 y 1998. Hubo allí muchos más aciertos que errores pero privó más en alguna dirigencia política, mediática, social, judicial e intelectual, sus personales frustraciones o posiciones, que el interés general y por eso hoy, estamos como estamos.
Formo parte del grupo de venezolanos que, a pesar de haber estudiado en instituciones públicas, nunca tuvo como referente la llamada revolución cubana. De esos que cree, ayer y hoy, que Betancourt, Leoni, Caldera I y II, Pérez I y II, Luis Herrera, Lusinchi y Velásquez, todos ellos, a pesar de sus errores, lo hicieron mucho mejor que los líderes cubanos y que su actuación general, en materia de derechos humanos, fue muy superior al de ellos y también al del señor Pinochet. En esos presidentes veo sus aciertos pero también sus fallas, mientras otros observadores, de izquierda y de derecha, solo ven lo que quieren y a su juicio les beneficia, creyendo que otros no observamos el escenario completo.
Para Venezuela, ni la Cuba de los últimos sesenta y pico de años ni el Chile de Pinochet son referencias a imitar pues tienen graves falencias que impiden darles a ambos períodos de esos países, un visto bueno general. Es lo mismo que me ocurre con estos últimos casi cinco lustros de nuestra tierra, así lo creo.
Gonzalo Oliveros Navarro
@barraplural
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