La segunda temporada de Pachinko va más allá de la novela de Min Jin Lee en la que se basa. Lo que causó preocupación tanto en los lectores como en los fanáticos de la primera temporada. Pero la producción de Apple TV+ no solo supera el escollo, sino que demuestra las múltiples posibilidades de la querida historia.
La novela Pachinko de Min Jin Lee fue un éxito editorial mucho antes de la llegada de la exitosa primera temporada de la serie a Apple TV+ en 2022. En especial, por su forma de adaptar el material original y brindar una nueva visión a la querida historia editorial. De hecho, en varias oportunidades, el showrunner Soo Hugh ha comentado que la intención era crear una idea sobre la historia que pudiera tanto sorprender a los lectores, como captar nuevos fanáticos del argumento original. El resultado es una historia transgeneracional, con un fuerte acento étnico, pero que, a pesar de eso, se convierte en un relato universal sobre el amor, la tragedia y el devenir del tiempo.
Convertida en un éxito, el conmovedor capítulo final sorprendió e hizo llorar a sus millones de fanáticos. Pero resultó lo suficientemente satisfactorio como para dejar claro que, de la misma forma que el libro, era el final del argumento central. Eso, a pesar de que todavía había mucho que explorar, pero en esencia, de los arcos que no incluyeron por cuestiones de tiempo o de solidez narrativa. Mucho más, cuando esta mezcla de vivencias en suelo coreano y japonés, se convirtió en una reflexión profunda de la memoria colectiva de ambos países, que llegó a un cierre emocionante.
Por lo que el anuncio de una segunda temporada preocupó. En especial, porque no había libro en el cual basarse, sino porque los cabos abiertos de la primera entrega no parecían ser suficientes para justificar una segunda. Pero lo cierto es que la brillante segunda de Pachinko (cuyos dos primeros capítulos ya se encuentran en Apple TV+) no solo demuestra que los más recientes episodios son el complemento perfecto para la historia conocida. Además, que profundiza y medita en nuevos temas, todos de interés, a partir de una perspectiva novedosa.
Una trama cada vez más robusta e interesante
Como se recordará y en una manera de hacer más comprensible la intrincada trama de emigración, pérdidas y desilusiones del libro original, los productores dividieron la narración en dos bloques de tiempo. Por lo que la familia central y sus diferentes miembros coexistían en dos narraciones independientes, que con sofisticada elegancia, la serie llevaba hacia lugares interesantes.
Sunja (Minha Kim y Youn Yuh-jung) no solo era el personaje que unía tanto lo ocurrido antes de la Segunda Guerra Mundial. A la vez, hacía las veces de una memoria viva, capaz de ir y venir en las vivencias de los coreanos Zainichi y sus experiencias en Japón en un momento cada vez más duro y tenso como el que marcó los años del conflicto bélico.
Para su segunda temporada, la serie regresa otra vez al territorio de la colonización, el conflicto interno moral y el racismo. Pero lo hace ahora, desde una óptica más moderna, integralmente conectada a la versión de una familia que intenta sobrevivir. Lo que da paso a toda la nueva generación de personajes, que buscan, ahora sí, lidiar con las presiones de ser hijos de inmigrantes. Con un arco que comienza en 1989, la serie continúa profundizando en su idea esencial, acerca de tratar de encontrar un lugar en el cual estar y reconocerse.
Pachinko siempre ha sido una serie acerca de la identidad y el amor, lo que la segunda temporada lleva a un nuevo nivel. Esta vez, Pachinko afronta la idea de la muerte a través del comienzo de la guerra. A la vez, explora en la perspectiva del nacionalismo jingoísta de Japón, con una crueldad que en ocasiones resulta descarnada y siempre realista. Por lo que ahora la versión más joven de Sunja debe luchar como puede por sobrevivir. También, luchar por la libertad de su esposo Isak (Steve Sang-Hyun Noh), que se convierte en el centro de una dolorosa subtrama dentro de la cárcel.
El dolor, el miedo y el sufrimiento
En medio de tensiones cada vez más crecientes, Yoseb (Junwoo Han) entra a trabajar en una fábrica. Pero lo realmente aterrador — y la serie lo lleva a un nivel por completo nuevo — es el hecho que la fábrica se encuentra en Nagasaki. Con el conocimiento histórico en retrospectiva, la serie juega con el terror que invoca el nombre de la ciudad y a la vez, profundiza en la vida cotidiana de una ciudad marcada por una tragedia inimaginable.
Poco a poco, la serie se hace más cruda, dura y sincera, a medida que deja claro que cualquiera de los caminos que tome Sunja conducirá a la tragedia. Pero mientras el argumento muestra el futuro, la visión del pasado se galvaniza para meditar sobre el sufrimiento colectivo desde una perspectiva aguda y elocuente. Pachinko no es una serie cuyo principal objetivo sea ser amarillista, macabra o sensacionalista. En realidad, su elegante guion cuenta la vida de los más jóvenes en medio de un futuro incierto — magistral punto de vista sobre la herencia y la forma como la etnia es un peso real — y la de la mujer que les llevó ahí en un mismo plano.
Para sus últimos episodios y después de pasar por un torrente de situaciones dramáticas y de una belleza sublime, la serie dejó claro algo. La vida sigue, en cualquier condición. Y sobre todo, sostiene la esperanza en formas inesperadas y de asombrosa dulzura. El mayor mensaje que esta espléndida serie deja en su camino.
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