Según reseñó el Observatorio Venezolano de Violencia de Mérida, en su más reciente abordaje del complejo tema de la violencia autoinfligida, el equipo logró extraer datos de gran interés en el camino de reconocer los factores de riesgos del comportamiento suicida.
Ya no resulta una novedad afirmar que Mérida es la entidad de Venezuela con la mayor tasa de muertes por suicidio y que este indicador suele ser numéricamente el doble en relación con la cifra nacional.
Recientemente el Observatorio Venezolano de Violencia en Mérida (OVV Mérida) estimó que esta entidad muy probablemente, en 2022, exhibió una tasa de entre 15 y 16 suicidios por cada 100 mil habitantes (tasa estimada y corregida tomando en cuenta el subregistro de casos). Valga recordar que ese mismo año la tasa promedio para Venezuela -estimada también por el OVV Mérida y ajustada al subregistro de casos- fue de 7,7 muertes por suicidio por cada 100 mil habitantes.
Investigación
El OVV Mérida desde 2017 ha venido desarrollando investigaciones que apuntan no sólo a registrar la violencia autoinfligida, sino a contribuir con la develación de sus causas. Estos aportes se suman a los que han generado otros sectores y especialistas en el estado Mérida.
Por ello, en su más reciente abordaje científico del comportamiento suicida, el equipo de investigación emprendió -durante octubre de 2022 y abril de 2023- un estudio para aproximarse a identificar y comprender los posibles factores de riesgo asociados a comportamientos suicidas, que estarían posiblemente detrás de la violencia autoinfligida que durante décadas ha prevalecido en el estado Mérida. Dado que los anteriores abordajes del problema revelaron una mayor ocurrencia en las zonas del campo, se optó por estudiar la realidad en los municipios con connotación rural.
Más claridad sobre los factores
El geógrafo Gustavo Páez, coordinador del OVV Mérida y líder del equipo que emprendió la investigación, informó que entre los factores de riesgo encontrados -que estarían detrás de la violencia autoinfligida- figuran los problemas sentimentales y probables padecimientos de depresión y ansiedad. Ambas causales ocupan los dos primeros lugares (en suma 20,4%), “lo que indica que en el ámbito rural serían los dos principales factores que hay que atacar”, recomendó el profesor Páez, apuntando hacia la importancia de la actuación sobre el problema, desde la perspectiva de las políticas públicas.
El estudio también determinó que en tercer lugar resalta la presencia o disponibilidad de los agroquímicos como sustancias de fácil acceso empleadas para atentar contra la vida (7,7%). Un cuarto factor desencadenante de comportamientos suicidas son los problemas familiares (6,2%).
El abordaje investigativo también advirtió que se aprecia una aparente falla en dos factores, que deberían ser de protección, pero si no apuntan en positivo, se podrían convertir en “factores de riesgo”: se trata del apoyo familiar y del círculo de amigos (ambos suman 6,9%). Otro factor que hay que prestarle atención son otros aparentes padecimientos de trastornos mentales diferentes a depresión y ansiedad, se trata de posibles casos de esquizofrenia, bipolaridad u otros. En conjunto todos los trastornos mentales identificados en la investigación suman 13,5%.
Fenómeno complejo
Pero los investigadores se apresuran a atajar cualquier lectura simplista de un problema al que califican como “muy complejo”. Por ejemplo, indican que el estudio detectó un cierto número de factores que posiblemente estén conectados a la crisis-país y que se muestran como pérdidas económicas (quiebre de negocio o finca, pérdida de trabajo), pero también “no se consigue empleo, el dinero no alcanza para vivir, no se puede comprar alimentos, existe una marcada pobreza y migración de familiares o amigos”, aspectos en los que ahondó el coordinador del OVV Mérida sobre las causas. Todos estos factores de riesgo de la violencia autoinfligida, vinculados a la precariedad económica, suman en conjunto 21,6%.
“En cuanto a la edad -especificó el profesor Gustavo Páez- los adultos (30-64 años) exhiben el valor mayor (35,0%), número que era lógico esperar por ser el grupo población más numeroso; no obstante, llama mucho la atención que los jóvenes (18-24 años) y adolescentes (12-17 años) se ubiquen en el segundo y tercer puesto, respectivamente. Los primeros totalizan 17 casos (21,3%) mientras que los segundos 16 (20,0%), en conjunto con los adolescentes, superan a los adultos (41,3% versus 35,0%), siendo que estos últimos aglutinan 35 edades, entre tanto aquellos solo agrupan 13”. Para el investigador, estos datos están indicando que la frecuencia de la violencia autoinfligida en jóvenes y adolescentes merideños del ámbito rural es mucho mayor que la de los adultos y el resto de grupos poblacionales (niños, niñas, adultos jóvenes y adultos mayores). En otras palabras, las tasas están siendo superiores en los grupos etarios más jóvenes.
Además, un beneficio derivado de la reciente investigación es que sirve de base para las autoridades en materia de salud pública, en la toma de decisiones en cuanto al diseño y ejecución de políticas públicas para abordar de manera particular cada factor -con acciones, medidas y/o estrategias- y apuntar, en la medida de lo posible, a la disminución del impacto que estos generan sobre las personas -de diferentes edades, sexo, ocupación y municipios- y que las conducen de forma individual a comportamientos suicidas.
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