Rafael Caldera, siendo presidente en su primera oportunidad, en viaje a Colombia dijo que iba desde Caracas hasta Bogotá sin salir de la patria de Bolívar. Tenía razón. En definitiva somos una sola nación aunque esté contenida en dos repúblicas jurídicamente diferentes. Tenemos el mismo origen y nos identifica la misma historia independentista, la religión compartida, el idioma, el intercambio humano y muchas otras cosas más.
En Venezuela llegaron a compartir con nosotros millones de colombianos a lo largo de los años. Aquí encontraron afecto, solidaridad, trabajo y oportunidades para formar y mantener adecuadamente una familia. Por eso no tiene nada de extraño que en esta migración masiva de la actualidad, el destino mayor sea Colombia. Desde esta perspectiva saludamos la decisión del presidente Duque de proteger a nuestros compatriotas en los términos ya conocidos. Un noble gesto que lo consagra para la historia. Marca una pauta a seguir para todos los países que sirven de destino final o temporal a los migrantes. Con un poco más de timidez Estados Unidos camina en la misma dirección, lo cual también nos satisface conociendo la grave situación por la que atraviesan con relación a este problema, con especial acento en México y Centroamérica.
En ambos países, Venezuela y Colombia, se siguen de cerca los acontecimientos del vecino. Cada cual se ve afectado severamente por lo bueno y por lo malo que ocurra en el otro. De allí la necesidad de ayudarnos en todo cuanto podamos, para expandir lo bueno y erradicar lo malo, los peligros que son muchos pero evidentes.
Factores muy importantes como el macro y el micronarcotráfico, el terrorismo de origen diverso, las organizaciones guerrilleras como los disidentes de las FARC y el ELN, las estructuras constituidas en contra también armadas y con objetivos claros son hoy, como nunca antes, quienes amenazan la seguridad y definitivamente los valores fundamentales de la democracia y la vida en libertad.
Para quienes creemos tener claro los problemas derivados de lo expuesto, es obligatorio mantener una estrecha comunicación binacional para enfrentar y derrotar al enemigo común. No necesito extenderme demasiado en este tema bastante conocido. Pero hay que profundizar la acción en el sentido señalado. No vacilo en afirmar la importancia de esto para el resto del continente y buena parte del mundo que sigue atentamente el ritmo de los acontecimientos.
No podemos rendirnos ni resignarnos a continuar viviendo en las condiciones en que hoy se encuentra Venezuela. Debemos hacer todo para impedir que esta situación se extienda irreversiblemente hacia Colombia o hacia cualquiera de los países amenazados de hecho. Esta epidemia social-comunistoide, socialismo del siglo XXI o como quiera llamarse, tiene que ser detenida y derrotada de una vez y para siempre. Democracia y libertad es la consigna que nos unifica y por sus valores debemos trabajar sin descanso.
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