Otra olla más; otro escándalo más. Vemos –ya sin asombro– cómo salen a la luz muchos de los actos de depravación de este sistema corrupto y corruptor que aniquiló a Venezuela.
Lo de Lácteos Los Andes es solo una muestra de los niveles de inmoralidad que abundan en los pasillos del poder usurpado en Venezuela; observamos cómo emanan toda la podredumbre de un modelo que ha basado su poder y su permanencia en las más rastreras actuaciones.
Lo de Lácteos Los Andes es una realidad en todas y cada una de las empresas o instituciones controladas por este régimen; y es que todo lo que toca el socialismo lo pudre, lo corrompe, lo destruye.
Hoy podemos conocer la realidad de Lácteos Los Andes debido a la guerra a cuchillo sangrante que se vive en el seno del PSUV y de Miraflores; lo que vemos son los peones que caen en un juego de ajedrez y poder que adelantan quienes tienen el “coroto” en sus manos.
Observamos una reyerta por la supremacía; una pelea entre mafias que se dividieron los negocios y que ahora empiezan a pelear entre ellos por la ambición de todos y por la escasez de liquidez que cada día es más notoria, más evidente.
Ya sea en Los Andes, Pdvsa, el Arco Minero, o cualquier cosa a la cual le pongan la mano, todo lo transforman en un negocio sucio, en una “vuelta”, es un atentado contra el Estado mismo y contra la nación; esta gente todo lo que toca se transforma en un negocio írrito e inmoral, todo lo que controlan lo pulverizan total y plenamente.
La ética no existe, la moral es una quimera. El socialismo nunca ha sido un pensamiento político, sino que es una gran estafa que enriquece a unos pocos y empobrece a millones; es un invento al estilo de la “estafa ponzi”, que engaña, ilusiona y destruye todo y a todos.
¿Cuántos más crímenes todavía están ocultos? ¿Cuántos desfalcos escondidos? ¿Cuántos millones de dólares perdidos a manos de la corrupción? Es incuestionable e incalculable el daño que el socialismo le ha hecho a Venezuela. Es terriblemente peor de lo que pensamos.
Es por ello que nos urge un cambio. El país necesita orientación, sanación y conducción, por tal razón –lo reitero– la nación necesita de un liderazgo que le regrese la esperanza, que reivindique la dignidad nacional, que venza todo resquemor, un liderazgo con inteligencia, coraje y ética.
Una opción para que la decencia sea restituida y que la ponzoña de la corrupción sea extraída del cuerpo del Estado nacional.
Quienes están en el usufructo del poder, han avanzado en su objetivo de corromper todo lo que está a su paso; sin embargo, en el pecho nacional aún late un corazón honrado, recto y valiente que ha resistido por más de 2 décadas y que se mantiene firme, esperando brotar de nuevo.
Ellos continuarán con sus negocios, con su bajeza; no obstante, sé que un renacer está por venir, que pronto todo ese asqueroso mundo del socialismo y de la usurpación será derrotado por completo, y como en primavera surgirá un nuevo país conducido por gente honesta, moral y que en verdad quiera a esta tierra.
La corrupción roja quedará como un mal recuerdo, no sin que antes sus protagonistas rindan cuentas a la justicia nacional e internacional.