En 2022 el producto interno bruto de Venezuela se aproximó a los niveles de 1997; es decir, a los de hacía 25 años. Este indicador describe la producción económica de un país relacionado con el valor del mercado monetario de todos los bienes y servicios durante el periodo de un año; es comúnmente aceptado que el aumento del PIB indica una mayor actividad económica que impacta positivamente a trabajadores y empresarios. Pero mientras transcurre el primer trimestre del año 2023, el alarido de “vamos es pa’ lante hacia un 2023 de prosperidad para el pueblo venezolano” se ahoga diariamente en la tasa informativa del sistema bancario.
Para los “expertos” del Banco Central de Venezuela, el dramático dato del PIB per cápita promediando -29,4% en los últimos cinco años y la proyección de crecimiento del 1,2% anual durante la próxima década (según The Growth Lab), debe ser algo tan insignificante y fuera de contexto como para considerarlo en sus “prósperas proyecciones”.
En medio de tanta disparidad en las cifras de crecimiento del año 2022 y la situación económica mundial post pandemia, parece ingenuo exaltarse por la modesta recuperación económica, la cual fue imperceptible por el grueso de la población que sobrevivió al último trimestre del año arrastrando hasta el mes de enero de 2023 una inflación mensual de 39,4% y 440% de inflación acumulada, según los últimos datos del Observatorio Venezolano de Finanzas.
¿Por qué tanto recuento y conteo de cifras? Porque es importante entender cuál es el sector de la población que puede respirar en medio de esta pequeña y frágil burbuja emergida del fondo fangoso en el cual nos encontramos. Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) la diferencia de ingresos entre “el grupo más pobre de la sociedad venezolana y el más rico es de 70 veces”; lo cual es aproximadamente: ingresos de 8 dólares versus 550 dólares. También señala que los hogares que perciben el mayor rango de ingresos están ubicados en Caracas, que solo contiene 16% de todos los hogares del país, y es obvio que no todos los hogares de la capital perciben altos ingresos. Ya lo había referenciado el economista Stefan Balabanoff en el portal de VOA, donde afirmó que posiblemente aumentó el crecimiento, pero para el mínimo de la población (entre 1% y 4%), lo que consideró como la burguesía.
En conclusión, toda mejora económica por modesta que sea debe ser bien recibida, bien informada, ya que las cifras del BCV no son suficientemente creíbles ni administradas equitativamente. Existe una brecha muy grande entre la economía de la capital y el resto del país.
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