En lo que parece otro resultado temprano de las negociaciones entre el chavismo y una parte de la oposición, el Consejo Nacional Electoral reactiva la la tarjeta de la extinta Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Esa colación opositora fue aniquilada en un trabajo conjunto de los propios dirigentes opositores y de las instituciones controladas por los chavistas.
La decisión del Consejo Nacional Electoral (CNE) de resucitar por vía de oficio la tarjeta electoral de la extinta Mesa de la Unidad Democrática, MUD, puede ser una buena noticia o una oferta engañosa, según lo que hagan los dirigentes políticos opositores. Así lo advirtieron este martes 29 de junio algunos expertos en sus primeros análisis del caso.
Jesús Chúo Torrealba, el último secretario ejecutivo de aquella plataforma electoral que logró poner en jaque al chavismo hace seis años, dice que intenta ser optimista, pero deja ver sus reservas.
“Ojalá esta habilitación de la tarjeta de la MUD constituya un estímulo, un aliciente, una empujón para que la oposición venezolana reconstituya efectivamente una alianza que sea similar en lo sustantivo a la que tuvo esa tarjeta, y que obtuvo la victoria espectacular de año 2015, ojalá sea así”, acotó Torrealba en breves declaraciones a El Estímulo.
“Hoy esa alianza, la que tuvo esa tarjeta, no existe. Fue disuelta, no solamente por la cantidad de organizaciones que formaban parte (que ya no están). Me refiero a la nueva realidad política del país, de la oposición”, explicó.
Naufragio de la MUD
Torrealba, un activista social y periodista, fue secretario ejecutivo y principal portavoz de la MUD hasta febrero de 2017, cuando dejó el cargo pidiendo una reestructuración profunda de la plataforma política electoral.
La vocería de la coalición entonces recayó en los propios partidos más poderosos entre la treintena de organizaciones de centro, derecha e izquierda que hacían vida en ella.
La plataforma MUD, de lejos inspirada en la Concertación chilena que derrotó al dictador Augusto Pinochet, fue la clave en el contundente triunfo electoral de la oposición en 2015, cuando obtuvo la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional (Congreso).
Pero los dirigentes no fueron capaces de llevar esa fuerza a la calle para cobrar ese triunfo y acelerar cambios políticos profundos en el país.
El chavismo por su parte se rearmó de la mano de Maduro y a través de argucias jurídicas no reconoció el triunfo electoral. De ese modo abolió ese Congreso de manera gradual, en un fujimorazo extendido, hasta que como poder legislativo el parlamento terminó anulado, hecho un cascarón vacío sin funciones ni poder real.
Batalla de egos
Después, los egos enfrentados y los conflictos de intereses entre los dirigentes de los partidos llevaron a la extinción de la MUD. Los zarpazos del chavismo a través de su Tribunal Supremo de Justicia terminaron enterrando en 2018 no solo la tarjeta única, sino también la propia coalición que hoy está en desbandada.
En medio de ese proceso de persecución a partidos y líderes opositores, Maduro fue reelecto en mayo de 2018. Ese proceso que nunca tuvo el reconocimiento de la comunidad democrática internacional ni de la oposición interna, justamente porque se desarrolló fuera del marco de la Constitución y la leyes y estaban proscritos los partidos opositores y sus dirigentes históricos.
Eso agravó las sanciones de Estados Unidos contra el chavismo, así como la propia crisis política que parece muy lejos de finalizar, con o sin la oposición en las elecciones de alcaldes y gobernadores el 21 de noviembre.
“Hoy hay factores que fueron determinantes en aquella victoria del 2015 y en la promoción de esta tarjeta y hoy están en posiciones muy distintas. Ese es caso de Henrique Capriles, Enrique Márquez (rector del CNE), de uno mismo”, dijo Torrealba en las breves declaraciones a El Estímulo.
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