22 de noviembre de 2024 7:19 AM

Jean Maninat: No spiky chinglish

La verdad es que hay que ser ingratos, desmemoriados, o no querer a sus abuelos, para venir ahora a negar al expresidente norteamericano, Donald Trump, por irse de lengua -tan habitual en él- y revelar su fantasía de que si no le hubieran robado las elecciones, todo el petróleo venezolano sería de los americanos. Lo que es a todas luces una fantasía, un lapsus grandilocuente de un ego desmedido, se convirtió en una acusación de que habría un pacto secreto entre la ficción interina y el gobierno gringo de entonces, para transar las reservas petroleras a cambio del poder en Venezuela. El expresidente les hizo un flaco favor a sus antiguos validos.

Al Gobierno venezolano se la puso papita para victimizarse, reforzar la retórica antiimperialista, sacar a sus partidarios a la calle y quién quita y pronto veremos muñecos ardientes del Tío Sam colgar de una horca mientras los parlantes vomitan ruidosos: “Tío caimán menea la colita, tío caimán como una señorita”. (Nótese la incorrección política de la estrofa tanto en el trato con el caimán, como con la señorita).

Más, cómo no recordar aquella mañana de invierno -allá en Washington D.C.- con el establishment gringo reunido en el Capitolio para escuchar el Discurso sobre el Estado de la Nación, el gran evento republicano, democrático, donde el primer mandatario rinde cuentas de su gestión. En algún momento de su discurso, el entonces presidente norteamericano, Donald Trump, hace una digresión para indicar que en la gradería se encuentra el legítimo presidente de Venezuela. (Un reconocimiento que siempre contaba con entre 50 o 59 países, nunca se supo el por qué de ese cálculo tan impreciso). Aplausos entusiastas en el hemiciclo, y sonrisas y abrazos de la troupe oficialista interina, ministros, magistrados y embajadores to be en el exilio, que revolotean alrededor del edificio legislativo frotándose las manos por el frío y las expectativas de un próximo nombramiento… ficticio.

My God! Qué tiempos aquellos cuando todos eran trumpistas, y andaban en busca del soldado Ryan para que resolviera la situación del país, se calcinaban los ojos oteando el horizonte en Camurí o Playa el Agua a ver si aparecían los portaviones liberadores, se fraguaban insurrecciones militares en líneas telefónicas con terminales directos a los servicios de inteligencia. Era cuestión de esperar cuál de las opciones sobre la mesa tendría éxito. Con tamaño valedor, el mandado estaba resuelto. Pero…

La respuesta de la oposición -que fue gobierno Interino- a los delirios del expresidente norteamericano ha sido de un amateurismo sublime. Como Pedro, pero sin olor a santidad, ha salido a negar al antiguo protector, a limpiar con un pañuelo cualquier huella dactilar de la antigua relación, a calificarlo de descocado, o si te conozco no me acuerdo, como si la memoria política estuviera hecha de la misma materia inflamable de los jurásicos casetes de Misión Imposible que se autodestruían luego de ser escuchados. O, mire usted, a lo mejor la memoria política no existe.

-Hola, amigo, it’s me Donald, remember?

-No spiky chinglish, no spiky chinglish…

@jeanmaninat

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