25 de noviembre de 2024 6:04 PM

Emiro Rotundo Paúl: Necesitamos una resurrección

¿Cómo explicar la permanencia por tanto tiempo en el poder (25 años, con el que va en curso) de un régimen tan ineficiente, nocivo y represivo como el chavismo?

Para analizar el punto, lo primero que hay que tomar en cuenta es el carácter militar del régimen. El chavismo surgió de la Fuerza Armada Nacional y en ella ha permanecido. De no ser así, el chavismo hubiera desaparecido muy pronto, a los 3 años de edad, en los acontecimientos del 11 de abril de 2002, cuando el Alto Mando Militar de la época depuso a Chávez, lo mantuvo cautivo durante 2 días y al tercero lo repuso en su cargo por falta de suficiencia, coherencia y apoyo. Fue una acción improvisada, sin un plan de acción y sin el apoyo de los niveles medios y bajos, donde se comanda la tropa.

El militarismo se ha impuesto en Venezuela durante la mayor parte de sus 213 años de vida independiente por la incapacidad de la sociedad civil de dirigir eficientemente su propio destino. Siendo la Fuerza Armada Nacional el conjunto más organizado y coherente del país, por encima de los partidos políticos y demás sectores de la sociedad civil, era forzoso que se impusiera sobre todos ellos y ejerciera el poder político, incumpliendo su verdadera misión. Son realidades históricas que han impedido el establecimiento del sistema democrático que el país siempre ha deseado y expresado en el texto de todas sus constituciones.

La incapacidad de las organizaciones civiles y políticas de la sociedad venezolana a la que hemos hecho referencia en el párrafo anterior se ha mantenido incólume, e incluso se ha incrementado en los 25 años del chavismo. El ciudadano común ha luchado denodadamente contra el régimen empleando todos los medios a su alcance, protagonizando las más grandes manifestaciones pacíficas que se conozcan en el país y en toda la región, actuando a la más mínima convocatoria, realizando paros masivos e incluso ejecutando acciones más arriesgadas como el cierre de calles y el enfrentamiento sin armas con los cuerpos represivos, tanto regulares como irregulares, que del régimen ha movilizado en su contra. Los partidos de oposición no fueron capaces de aprovechar esa fuerza extraordinaria.

La incapacidad de conducir adecuadamente esa gran fuerza ciudadana por parte de los partidos políticos, tanto los tradicionales como los nuevos surgidos en la lucha antichavista, se manifestó en toda su profundidad cuando la mayoría de ellos rompieron la unidad alcanzada en 2015 y se fraccionaron internamente permitiendo que el régimen los interviniera judicialmente. Esa ineptitud ha permitido la permanencia del régimen durante los últimos ocho años, pese al rechazo de la inmensa mayoría del país.

Que la Fuerza Armada Nacional, tan inclinada a los golpes de Estado por supuestas razones de interés nacional, no haya intervenido en esta ocasión para detener al destrozo del país en manos del chavismo, cuando en cualquier otro momento de la historia nacional, por razones mucho menos válidas, lo hubiera hecho sin pensarlo dos veces, obedece a otra razón.

La razón fundamental de la no intervención de la FAN en auxilio del país en esta hora crítica se debe a la deformación que ha sufrido la institución en los últimos años, en los que ha perdido todo resto de honorabilidad, de amor por la patria y del sentido del deber, que pese a todos sus defectos habituales, de una u otra forma, conservaba. El descabezamiento del Alto Mando Militar en 2002 y su sustitución por otro, integrado por oficiales incondicionales, de escasa integridad moral, de formación defectuosa y de menguado entendimiento, determinó que el torbellino de la corrupción, que desde un principio y en forma creciente azotaba al chavismo, alcanzara a la FAN y la desmantelara como a un frágil navío arrasado por un vendaval.

Con estas condiciones aún vigentes lo único que podría salvar a Venezuela de un mal mayor (catastrófico a estas alturas) sería una resurrección nacional, una epifanía que levante el espíritu y el corazón de aquellos que disponen de algún poder moral, político, social, intelectual o económico que pueda ser puesto al servicio del país. Algunos(as), muy pocos, ya lo están haciendo, pero faltan muchísimos otros(as) que están de brazos cruzados, como caimanes en boca de caño, esperando que se produzca el quiebre final para saquear los restos del naufragio y satisfacer sus mezquinos intereses. Esos son los que requieren de una revelación divina, de una resurrección que los libre de su ignominia.

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