Javier Vidal: Música para todos: El Sistema

En mi paso como periodista de las páginas culturales de El Universal para el año ‘79 estaba en una de las quintas frente a Venevisión donde se ubicaba la redacción de la revista Auténtico, cuando Sofía Ímber y Carlos Rangel eran los directores.

Era una quinta al revés: Nosotros estábamos en el último piso que era el sótano donde residía la oficina de Carlos y Sofía. Los redactores éramos Lenelina Delgado, Roberto Montero Castro y el pasante Marco Antonio Ettedgui.

Sin aviso previo una buena mañana se presentó José Antonio Abreu para hablar con Sofía que aún no había llegado.

Montero Castro con toda su inmensa humanidad física y social le ofreció silla y café. El resto dejó las máquinas de escribir quietas. Era muy temprano y Sofía aún no regresaba del MACC.

José Antonio, con su tranquila y susurrante voz comenzó a conversar con los presentes sin grabación pero con bolígrafos en mano. Abreu habla bajito y la rueda se hizo concéntrica mientras nos deleitaba de aquel despertar que hacía apenas cuatro años había fundado.

Los llamados “académicos”, lo criticaban abiertamente. No creían en su sistema y menos en los resultados a pesar que su orquesta sonaba en los mejores auditorios con músicos nacidos y formados sobre la misma tierra, bajo el mismo sol. Venezuela tenía varias orquestas conformadas por maestros, de indiscutible trayectoria, venidos de Europa y otras latitudes como la nonagenaria O.S.V. o la Filarmónica que recién, también, fundaba Aldemaro Romero con más músicos extranjeros.

José Antonio Abreu, tenía el poder de la persuasión porque tenía el poder de la convicción. De convencer con la palabra y vencer con la música, parafraseando a Unamuno. Queríamos que Sofía se atrasara más, mientras cada uno, a su estilo, tomaba nota de sus palabras.

Los cuatro redactores sentimos que estábamos ante un visionario. Recuerdo preguntarle sobre su versión de la novena de Beethoven que recién iba a dirigir; Ettedgui hablaba desde su perspectiva vanguardista; Montero Castro el más intelectual buceaba en las profundidades y Lenelina, siendo la socialista del team, hurgaba en la tarea social de su enseñanza, donde Abreu se explaya en la misión y visión transformadora de la música en los niños, jóvenes que con sus instrumentos armonizan, a la vez, a sus familias, sus amigos, su calle, su barrio, su municipio… su país. Los hace más humanos, más civiles.

Al llegar Sofía, al borde del mediodía con sus bolsos, libros y carpetas, bajando las escaleras, nos increpó en sus agudos disonantes: “¿Qué hacen que no están escribiendo?” y al unísono del “¡Señora Ímber!” en coro a capela, Abreu le respondió por nosotros: “Redactando tu primera página de mañana”.

Las páginas de El Universal para aquellos años tenían la primera plana del cuerpo 4, sin avisos. Al día siguiente Abreu abrió a 8 columnas con las diferentes firmas de Montero Castro, Lenelina, Marco Antonio y yo. No hubo reprimenda. Abreu se encerró en la oficina con Carlos y Sofía hasta pasadas la una de la tarde. Al salir, la sonrisa de Abreu ensanchaba la atmósfera de haber logrado, sin lugar a dudas, algo más para su proyecto de vida y obra en progreso. La orquesta de Abreu, era ya la orquesta de todos. Música para todos.

javiervidalpradas@gmail.com

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