25 de noviembre de 2024 6:07 PM

Moisés Naím: La otra crisis

Durante meses Vladimir Putin dijo que no tenía intención alguna de invadir a Ucrania, pero el 24 de febrero hizo exactamente eso. Desde entonces, las sorpresas han sido la norma. El propio Putin ha sido sorprendido, ya que es obvio que las cosas no han salido como él anticipaba. El dictador sobreestimó la eficacia de sus fuerzas armadas y subestimó a las de Ucrania que han ofrecido una inesperada resistencia. Un devastador ataque cibernético, por ejemplo, aún no se ha producido y la armada de Putin muestra inesperados signos de desorden e improvisación.

@moisesnaim / El Nacional

También nos ha sorprendido Volodimir Zelenski, el presidente que se ha convertido en un ejemplo mundial de valentía y liderazgo. A su vez, el pueblo ucraniano demostró con hechos lo que significa defender a la patria de los zarpazos de un sanguinario dictador.

Lamentablemente, todo lo anterior no permite suponer que los ucranianos repelerán el ataque ruso. La desproporción entre la fortaleza militar de Rusia y la de Ucrania es enorme. Cabe esperar, sin embargo, una prologada insurrección de la nación ucraniana contra sus invasores, la cual contará con la simpatía del mundo y el apoyo militar de Estados Unidos, Europa y otras potencias.

Putin no solo se equivocó con los ucranianos, sino que también subestimó a las democracias del mundo. Esta ha sido la mayor sorpresa que hasta ahora nos ha dado este conflicto. La Unión Europea respondió de manera unida y coordinada, con sus políticos y burócratas reaccionando rápidamente y tomando decisiones que hasta hace poco eran inimaginables.

Estados Unidos se ha aliado con Europa y otros países para imponerle costos prohibitivos a las agresiones de Putin. Las democracias del mundo reaccionaron con inusitada velocidad y en algunos casos desecharon los que habían sido los pilares fundamentales de su política exterior. Alemania, por ejemplo, decidió aumentar su gasto militar y enviar material bélico a las fuerzas armadas ucranianas. Suiza abandonó lo que había sido un factor definitorio de su política exterior y hasta de su identidad nacional: la neutralidad frente a los conflictos internacionales. Las severas sanciones adoptadas por la alianza internacional desconectaron a Rusia de la economía mundial. Así, Putin ha condenado a su población a la pobreza y el aislamiento. Tristemente, también veremos más terror y represión dirigidos a los rusos que se atrevan a demandar un futuro mejor. A medida que la situación económica empeore, el Kremlin se sentirá más amenazado por los rusos que protestan en calles y plazas que por los demócratas de otros países.

Al mismo tiempo que se profundiza el aislamiento de Rusia, las democracias han mostrado una inédita capacidad para integrarse y actuar conjuntamente en defensa de los valores que comparten. Diseñar e imponer las sanciones más severas que se han visto y coordinar su adopción entre muchos y muy diversos países fue muy difícil, pero se logró. Este es uno de los más bienvenidos efectos colaterales de la invasión de Putin: descubrir que las democracias trabajando juntas pueden enfrentar con éxito grandes problemas. Esta experiencia puede servir de guía para enfrentar otras peligrosas amenazas globales que nos acechan.

Por coincidencia, cuatro días después de la invasión de Ucrania, un panel formado por prominentes científicos publicó un informe que alerta sobre los inéditos daños humanos y materiales que está causando el cambio climático y la alarmante velocidad a la cual estos daños están aumentando. El informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) se basa en las investigaciones de miles de científicos de todo el mundo.

La principal conclusión es que las catástrofes producidas por el cambio climático están batiendo récords de frecuencia y de costos humanos y materiales. Según el informe, estamos a riesgo de que las condiciones se hagan tan extremas que vastas superficies del planeta serán inhabitables, al igual que algunas de las más pobladas zonas urbanas.

La crisis climática que sufre el planeta es tanto o más amenazante que Vladimir Putin. La invasión es un crimen inaceptable que no puede ser ignorado y hay que apoyar a quienes enfrentan al tirano ruso. Pero el mundo debe desarrollar la capacidad para responder a más de una crisis a la vez. Ucrania no debe ser abandonada, pero la lucha contra el calentamiento global tampoco. Esto último es muy difícil pero ahora sabemos que, actuando en conjunto, el mundo es capaz de lograr cosas difíciles.

Los líderes de las democracias del mundo mostraron que, frente a una amenaza existencial, las políticas pueden cambiar decisiva y rápidamente. Es hora de que usen con valentía el superpoder que la crisis de Ucrania les ayudó a descubrir para atacar la otra gran crisis que enfrenta la humanidad.

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